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SALUD
2 de julio de 2015
Se trata del hallazgo de un biomarcador molecular que posibilita atacar con mayor precisión los casos de metástasis del tumor.
“El descubrimiento de un nuevo biomarcador molecular que permite detectar mínimas cantidades de células tumorales del retinoblastoma, el cáncer ocular más frecuente en la infancia, tiene muy orgullosos a los investigadores de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ)”.
Así inicia una nota de prensa de la institución del conurbano bonaerense que destaca el desarrollo de un biomarcador CRX, resultado de un trabajo de más de 7 años, que realizaron los científicos locales, que integran el Laboratorio de Oncología Molecular, en conjunto con el Hospital Garrahan e investigadores del Conicet.
El dispositivo posibilita atacar con mayor precisión los casos de metástasis del tumor, más precisamente, células tumorales del retinoblastoma por fuera del ojo, que tiene uno de los índices más bajos de curación en el mundo.
El descubrimiento -que ya comenzó a usarse en otros centros de salud del mundo- beneficia sobre todo a los países menos desarrollados en medicina oncológica y cambia la forma de tratar los casos de retinoblastoma en los niños una vez que el tumor ya está avanzado ya que permite dirigir más específicamente los tratamientos.
El biomarcador “puede detectar 1 en 1.000.000, mientras que antes del descubrimiento la célula tumoral específica del ojo sólo podía detectarse en una proporción mucho menor, cuando el tumor estaba muy avanzado para lograr una cura", explicó Guillermo Chantada, quien lideró el equipo y es director del Instituto de Investigación del Hospital Garrahan, donde se tratan la mayoría de los casos de retinoblastoma del país y también de países limítrofes.
"El mayor problema es el diagnóstico tardío, porque es una enfermedad altísimamente curable si se detecta tempranamente: en Argentina se cura el 95 por ciento de los chicos pero en otros países menos desarrollados se cura solo el 30 por ciento, ya que se detecta cuando la enfermedad no es curable y por eso estamos tratando de brindar una esperanza a estos niños", informó Chantada, quien destacó que el biomarcador posibilita diseñar una nueva estrategia de cura al constatar tempranamente el avance del cáncer por fuera del globo ocular. La nueva técnica radica en aplicar quimioterapia por tres vías: una dosis muy alta por la arteria para tratar el nervio óptico; una dosis directa al cerebro y otra dosis por vena para combatir la diseminación en la médula ósea.
"La gran diferencia es que antes no llegábamos al sistema nervioso y el cáncer siempre volvía, por más que se limpiara la médula y se trasplantara aparecía de nuevo en el cerebro", explicó Ana Torbidoni, investigadora asistente del Conicet, y agregó: "ahora nos estamos adelantando, anticipando a la gravedad de la enfermedad, diciendo: bueno, tiene células diseminadas, qué hacemos".
Por su parte, Daniel Alonso, jefe del Laboratorio de Oncología Molecular de la UNQ, destacó que "la idea era capitalizar estas técnicas moleculares que trabajamos en la Universidad para enfermedades pediátricas” y afirmó: “Esto es un fenómeno de transferencia de recurso humano y de conocimiento. Estamos orgullosos de entrenar profesionales y desarrollar técnicas para que después se utilicen a favor de los pacientes. Se habla tanto de la medicina traslacional y esto es un ejemplo de lo que significa”.
La investigación se llama "Association of Cone-RodHomeoboxTranscription Factor Messenger RNA WithPediatricMetastatic Retinoblastoma", y contó con el apoyo del Instituto Nacional del Cáncer y de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica del Ministerio de Ciencia y Tecnología, a través de un subsidio denominado PAE, que permitió el desarrollo del biomarcador. También se contó con el apoyo de la FundforOphthalmicKnowledge de Nueva York, a través de la Fundación Natalí Dafne Flexer. (InfoGEI) Ga