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SALUD
6 de octubre de 2024
Entender la diferencia entre un dolor de cabeza común y una migraña, según los especialistas, es crucial para comprender cómo abordarlos y tratarlos.
Por Alejandro Horvat
Mientras que el primero suele ser transitorio y de menor intensidad, la segunda es una afección mucho más compleja y debilitante que puede comprometer significativamente la calidad de vida. “En principio, la migraña es un dolor de cabeza más característico en mujeres que en hombres, y se acompaña de molestias al sonido (fonofobia) y a la luz (fotofobia)”, explica Matías Baldoncini, integrante del Servicio de Neurocirugía del hospital Petrona Villegas de San Fernando. Estas características, junto con posibles náuseas y vómitos, son los primeros indicios de que una cefalea no es simplemente un dolor de cabeza común.
Según Alejandro Andersson, director del Instituto de Neurología de Buenos Aires, la migraña afecta al 14,7% de la población mundial, comprometiendo más a las mujeres que a los hombres, en una proporción de tres a una. A diferencia de los dolores de cabeza tensionales, que se relacionan con contracturas musculares, la migraña es una cefalea de origen vascular. Esto significa que el dolor proviene de la dilatación de las arterias de la cabeza, generando un dolor pulsátil, muchas veces en un solo lado de la cabeza, que puede durar entre 4 y 72 horas.
El origen de la migraña, según Baldoncini, se relaciona con la dilatación de los vasos del cuero cabelludo, lo que genera una irritación de los nervios sensitivos craneales y causan el dolor intenso. Andersson, por su parte, destaca que la mayoría de las personas migrañosas tiene antecedentes familiares de la afección, lo que indica que es un trastorno con base genética. Esta predisposición se combina con factores desencadenantes como cambios hormonales, estrés, ciertos alimentos, o incluso factores climáticos como la luz solar intensa o los cambios en la presión atmosférica.
Existen dos tipos principales de migraña: con y sin aura. La primera se caracteriza por una serie de síntomas neurológicos previos a la aparición del dolor, como alteraciones en la visión o la sensibilidad. Andersson explica que esto ocurre debido a una primera fase de vasoconstricción (estrechamiento de las arterias) que disminuye la oxigenación en algunas partes del cerebro, seguida por una segunda fase de vasodilatación (expansión de las arterias) que desencadena el dolor de cabeza. En la migraña sin aura, no hay síntomas neurológicos previos, pero el dolor pulsátil y las náuseas son igualmente incapacitantes.
Una encuesta reciente realizada por el Servicio de Cefaleas de Fleni revela que siete de cada 10 personas con migraña consideran que su enfermedad es incapacitante durante una crisis. Esta elevada percepción de incapacidad se relaciona con la frecuencia y la intensidad de las crisis, lo que impacta negativamente en la calidad de vida de quienes las padecen. El 35% de los encuestados califica su experiencia como extremadamente incapacitante, afectando no solo su vida laboral, sino también sus relaciones familiares y sociales.
El desconocimiento sobre la migraña como enfermedad neurológica es alarmante, ya que más de la mitad de los encuestados (53%) no son conscientes de que se trata de una alteración que debe ser tratada. Esta falta de conocimiento puede llevar a la subestimación del dolor y a la falta de un diagnóstico y tratamiento adecuado. Según María Teresa Goicochea, jefa de la Clínica de Cefaleas de Fleni, es fundamental educar al público sobre la gravedad de la migraña.
Uno de los aspectos más críticos de la migraña es saber cuándo debe generar alarma. Baldoncini advierte que “un dolor de cabeza tipo migraña debe alarmarnos cuando se acompaña de algún foco neurológico, como dificultad visual, problemas para mover una parte del cuerpo o dificultades para hablar”. Este tipo de síntomas pueden confundirse con los de un accidente cerebrovascular (ACV), una situación mucho más grave que requiere atención médica inmediata.
El tratamiento de la migraña varía según la frecuencia e intensidad de las crisis. Existen terapias de alivio durante la crisis, que incluyen analgésicos comunes como el paracetamol o antiinflamatorios como el ibuprofeno, además de otros más específicos como los triptanes. En los últimos años, ha habido avances significativos en el tratamiento con la introducción de una nueva familia de medicamentos: los gepantes. Estos antagonistas del péptido relacionado con el gen de la calcitonina (CGRP) son una opción terapéutica tanto para la prevención como para el tratamiento sintomático de la migraña, ofreciendo una alternativa a los triptanes.
Además de los tratamientos durante las crisis, también existen otros preventivos que se indican cuando los pacientes experimentan más de ocho crisis por mes. Estos incluyen desde bloqueadores cálcicos hasta el uso de toxina botulínica o anticuerpos monoclonales. Según Andersson, entre el 60 y el 70% de los pacientes experimentan una mejora significativa con las terapias preventivas, aunque la migraña no se cura, ya que la predisposición es genética.
Fuente La Nación