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SALUD
13 de junio de 2015
Baja la edad del consumo y los problemas se ven antes. Aumenta la ingesta de alcohol entre los menores de 14 años, según una investigación de la Sedronar. Los expertos advierten sobre los daños de las bebidas en el organismo de los adolescentes.
- No comás nada en todo el día, así esta noche te pega más.
- Obvio... ¿vos también te volás hoy?
- De una. ¿Nos juntamos en tu casa?
- Sí, dale.
La conversación es ficticia. Pero podría escucharse en cualquier puerta de escuela o colegio secundario. Lo sabe bien Rubén. Hasta hace no tanto fue parte de ese círculo de diversión y descontrol que lo llevó a perderse en los caminos del alcohol. “Así era cada fin de semana; después fueron todos los días”, recuerda el joven, que hoy tiene 26 años y se está recuperando de su adicción. Empezó a beber con amigos, a los 12 años. “Siempre que tomaba terminaba tirado en cualquier parte”, recuerda.
Es de mediana estatura, lleva camisa celeste y jeans. Cuando sonríe, resaltan los brackets metálicos. Rubén quiere verse bien. Estuvo en el infierno y ahora se encuentra rodeado de otros jóvenes como él, que lo escuchan atentos. Están reunidos en Alcohólicos Anónimos (AA), una asociación que en sus inicios se caracterizaba por ayudar a varones de 50 años, principalmente, y que en la actualidad suma cada día más jóvenes veinteañeros -e incluso de menos edad- que ya tienen una carrera de alcoholismo detrás.
“Hasta hace poco se acercaban personas de 40 años, en promedio. Ahora, la mayoría tiene 30. Y vemos cada vez más jóvenes de ambos sexos, de 22 años y también más chicos”. El alerta llega desde Miguel, otro integrante de Alcohólicos Anónimos en Tucumán. “Hace diez años que viene bajando el promedio de edad en los grupos de apoyo. Es evidente que la adicción llega más temprano”, advierte.
Los inicios
“Cuando empezás, tomás cualquier cosa”, cuenta Rubén. Poco a poco el consumo de alcohol se fue convirtiendo en una costumbre, hasta que ya no existía fin de semana en el que no tomara antes de ir a bailar. “Lo bueno es que esto nunca me afectó mi rendimiento escolar. Incluso terminé la secundaria con buenas notas y entré a la universidad. Los problemas llegaron después. Porque tomaba cada vez más. Y ya no eran sólo antes de salir. Empecé a ser más independiente de mi familia y las cosas empeoraron. Me embriagaba y perdía la conciencia, protagonizaba episodios de violencia e incluso tuve problemas con la policía”, dice.
A los 19 años su pareja fue la primera en advertirle que estaba en problemas. Así que abandonó la bebida por un año. Fue hasta que se peleó con ella. Y también con toda su familia. “Entonces, me entregué totalmente al alcohol. Me fui a vivir a Buenos Aires y busqué trabajos vinculados a la noche para poder sostener mi adicción. Creía que podía manejar todas las situaciones, pero estaba cada vez peor”, cuenta.
Tocó fondo el día que sintió ganas de matarse. “Me iba apagando de a poco. Le decía a la gente: ‘me macho porque quiero’. Pero en realidad no podía parar”, confiesa.
En noviembre pasado se sumó a la comunidad de AA. “Fue liberador para mí entender que se trataba de una enfermedad lo que tenía, que había una vida mejor sin alcohol”, detalla. Si bien las primeras veces que fue sobrio a salidas con amigos le costó adaptarse, se dio cuenta de que se divertía más que antes. “Pude recuperar mis estudios universitarios, mi relación con mi familia. Y sobre todo recuperé mis ganas de vivir”, concluye.
No ven el peligro
Es común escuchar a los jóvenes que llegan a AA decir que empezaron a beber en reuniones con sus compañeros. Es que, según cuentan, la mayoría de los adolescentes no ve el alcohol como un peligro. Y así lo van incorporando en sus salidas, hasta caer presos del hábito, y en el peor de los casos, de una adicción socialmente aceptada.
Los desinhibe, los hace más divertidos y graciosos, sienten que así pertenecen mejor a su grupo de amigos. Hasta que un día ya no saben cómo divertirse sin tomar, según relata Rubén.
Según el último informe de la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar), el problema no es sólo que los chicos tomen, sino que lo hacen a edades cada vez más tempranas y en combinación con otras sustancias.
La investigación que acaba de publicar la Sedronar es el “Sexto estudio nacional sobre el consumo de sustancias psicoactivas en estudiantes de enseñanza media”. Se hizo en 2014 y abarcó a más de 2,2 millones de alumnos, de 1.000 escuelas de todo el país. Entre sus conclusiones, señala que en el grupo de 14 años o menos se observa una tendencia ascendente para el consumo de alcohol (en cinco años del 25,4% al 32,2%). La mayoría empieza a tomar a los 13 e incluso un porcentaje significativo lo hizo a los 12 años o antes. A los 14, ya hay uno de cada tres chicos que confiesa haber bebido en los últimos 30 días. A esa misma edad, las bebidas energizantes (de venta libre) se transformaron en la sustancia psicoactiva más consumida. La probó el 56% de los encuestados y la mayoría las mezcló con alcohol.
Testimonio
“Tomás y tomás sin darte cuenta, hasta que terminás internado en un hospital”
“La primera vez que llegué a Alcohólicos Anónimos tenía 25 años. Vine porque había perdido todo por el alcohol”, arranca Analía. Abandonó varias veces la comunidad. Ahora, a los 33 años, se recuperado. Tiene el pelo largo y ondulado, y un brillo en los ojos.
“Empecé a tomar a los 14 años, en fiestas con compañeros. A los 16 o 17 años bebía cada fin de semana y llegué a tener lagunas mentales. Pero yo negaba mi enfermedad, decía que todos mis amigos tomaban igual que yo. Creía que era algo pasajero, algo de moda, que yo podía controlar. Mis padres me decían que tenía un problema, pero yo no lo sentía así”, explica.
“Tomás y tomás hasta que no te das cuenta. Y de repente terminás grave en un hospital. Ahí fue que toqué fondo. Sentía que agonizaba en vida; ya no quería estar más en este mundo” cuenta la joven que ahora lleva dos años y medio alejada de las bebidas. De a poco se está animando a construir lo que quiere llegar a ser: auxiliar en estética. Para ello, estudia todos los días. “Tengo un proyecto de vida. He recuperado mis ganas de vivir”, cuenta Analía, una de las primera jóvenes en acudir a Alcohólicos Anónimos. “Al principio me costó verme ahí porque eran todos mayores. Todos me ayudaron un montón”, dice.
“Hoy los chicos toman para intoxicarse y eso impacta en su desarrollo intelectual”
75 gramos de alcohol. No es mucho. Poco más de un litro y medio de cerveza. Si en una noche un adolescente toma esto ya está dañando su cerebro. Así lo explica el médico Gustavo Marangoni, experto en adicciones. Para él, lo más preocupante no es la cantidad que beben los jóvenes, sino el modo en que consumen: “toman mucho y con el estómago vacío, con la intención de embriagarse rápidamente y de sentir los efectos del alcohol”. “Esto ocurre en las famosas previas. Hoy no toman para hacerse los cancheros, como antes. Lo hacen para intoxicarse. Es algo muy dañino para los chicos”, detalla. Y añade que un dato desconocido es que el consumo excesivo de bebidas causa daños irreversibles en el cerebro de un menor. Aunque sea solo durante los fines de semana. Las lesiones no se ven inmediatamente. Impactan en su desarrollo intelectual y psicosocial. “Los efectos de beber en forma abusiva afectan seriamente las neuronas de los adolescentes pues es un cerebro de desarrollo (su maduración se completa entre los 18 años a los 20). A lo largo del tiempo, les produce dificultades en funciones cerebrales claves como: mantener la atención y el buen manejo de la interferencia, poca flexibilidad conceptual, déficits en establecer y mantener planes, dificultad para establecer y mantener relaciones de intimidad, aumento de la irritabilidad”, destaca.
Otros daños concretos: les resulta muy difícil tomar decisiones, tienen fallas en la memoria y en la atención. Además, suman dificultades en el control inhibitorio y de impulsos.
“Hay que informar, dar a conocer que esto es una enfermedad que causa mucho daño”
El impacto socio-sanitario de los consumos abusivos de alcohol en los adolescentes se asocian con aumento de los accidentes de tránsito, de los episodios de violencia social y familiar, entre otras cosas. Esto queda en evidencia en los testimonios que ofrecen los jóvenes que acuden a Alcohólicos Anónimos (AA) en busca de ayuda. Esta comunidad, que trabaja con los métodos basados en los grupos de autoayuda, tiene más de 35 grupos en la provincia, que funcionan a toda hora y que contienen a unos 400 alcohólicos en recuperación. El único requisito para ser miembro de la comunidad es el deseo de dejar la bebida. Se puede llamar a cualquier hora al teléfono 155379648 o ingresar a la página www.aa.org.ar.
“Uno de los principales problemas del alcoholismo es la negación de la enfermedad, no queremos aceptar la realidad. Y no podemos parar. Perdemos la vergüenza, el temor; pensamos que no somos alcohólicos, que podemos manejar la situación y nos enojamos si nos dicen qué hacer. Lo bueno de HA es que precisamente nadie te diagnostica. Vos te autodiagnosticás, te sentís identificado y eso te ayuda a salir”, cuenta Martín, que tiene 57 años, y lleva 7 de rehabilitación.
Adriana, que empezó a beber a los 14 años, sabe bien lo difícil que es para un adolescente escapar a la moda del alcohol. ¿Qué se puede hacer para concientizar?, les preguntamos a los integrantes de AA, quienes dieron propuestas variadas: incluir la temática en las currículas escolares desde que son chicos, estimular el deporte y la vida sana en los jóvenes. “Hay que informar más, dar a conocer que esto es realmente una enfermedad que causa muchos, muchos daños, que te quita la libertar”, concluye Martín.
En Tucumán, más de la mitad de los jóvenes toma alcohol todos los fines de semana
Las borracheras exprés, es decir la absorción rápida de grandes cantidades de alcohol, han crecido entre los jóvenes hasta el punto de convertirse en un fenómeno preocupante, advierte Susana Ponce de León, docente de la cátedra de Toxicología de la Facultad de Bioquímica.
Es alarmante porque, entre otras cosas, el sistema enzimático para metabolizar el alcohol se desarrolla después de las 18 años. Eso significa que el sistema está incompleto para metabolizar el alcohol rápidamente y llega a los órganos con mayor concentración.
“Estamos preocupados porque la edad de inicio en el consumo de alcohol baja cada vez más. Estas bebidas son tóxicas y generan daños irreversibles en todo el organismo, que incluso hasta pueden llegar a causar infertilidad”, sostiene Ponce de León, coordinadora del informe “Tendencias en el Consumo de Sustancias entre los Jóvenes”, que se realiza cada año desde 2004 en escuelas y colegios tucumanos.
Si se hace una comparación entre los primeros trabajos y los últimos, queda claramente en evidencia que el hábito de tomar bebidas de mayor graduación alcohólica aumentó al doble. Una de las últimas investigaciones mostró que el 63 % de los estudiantes admite que toma alcohol todos los fines de semana. Y hay un grupo cada vez más creciente que ingiere bebidas alcohólicas habitualmente (a diario). El 40 % comienza a tomar en encuentros con amigos, un 40 % en fiestas y el 20% en las escuelas. Lo que más beben los adolescentes es la cerveza, seguida por fernet, vino y vodka, según estos trabajos.