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SALUD
14 de noviembre de 2019
Hasta hace unos años se diagnosticaba a partir de los 40. Pero se adelantó por hábitos de vida poco saludables.
La mitad de los que tienen diabetes no lo saben. Y esto es preocupante ya que la detección temprana es clave para evitar las complicaciones propias de la patología o, al menos, retrasarlas. El 9,8% de la población argentina de más de 20 años padece esta enfermedad, según la última Encuesta Nacional de Factores de Riesgo del Ministerio de Salud. Y, el 90% de este grupo, tiene la tipo dos, que está vinculada estrechamente con hábitos de vida poco saludables. “Antes, este tipo estaba asociado a la adultez. Sin embargo, cada vez se observa a más temprana edad y esto tiene relación con que hay más obesidad y sedentarismo en jóvenes”, explica a este diario la médica Graciela Fuente, vicepresidente de la Sociedad Argentina de Diabetes (SAD). “En el pasado solía detectarse a partir de los 40, ahora tenemos casos de adolescentes de 12 o 13 años”, agrega. Hoy, en el Día Mundial de la Diabetes, los especialistas piden insistir en la prevención y el diagnóstico precoz.
Tener esta enfermedad crónica también es sinónimo de mayor peligro cardiovascular. “La diabetes duplica el riesgo de sufrir problemas cardíacos. Por eso, es muy importante conocer estos datos ya que en la actualidad se calcula que uno de cada dos personas no está diagnosticada”, asegura el cardiólogo Ricardo Rey, vicepresidente de la Fundación Cardiológica Argentina (FCA). “En 2015, en el mundo había 415 millones de personas que padecían esta patología. Y solo el año pasado se produjeron 5 millones de muertes atribuibles a esta enfermedad. Es decir que se registró un fallecimiento cada 6 segundos”, suma Rey, que destaca que más de la mitad (el 52%) de los decesos tiene origen cardiovascular y otro 11% está vinculado a fallas renales. Además, puede ocasionar problemas oculares y del sistema nervioso.
La diabetes tipo 1, que afecta a uno de cada diez pacientes, suele manifestarse en la infancia o adolescencia, presenta síntomas y se trata siempre con insulina. Sobre las señales de alerta, desde Hospital Garrahan precisaron que “lo más frecuente es que los padres observen que los niños comienzan a tener más sed que lo habitual. A esto se suma una mayor diuresis. Si estos síntomas pasan inadvertidos, comienzan otros más serios como el adelgazamiento rápido, la deshidratación y el decaimiento. En adelante, el paciente puede sufrir una descompensación diabética, con un cuadro de intolerancia digestiva, vómitos y dolor abdominal severo que puede poner en riesgo su vida”.
En cambio, la tipo dos suele ser silenciosa. Por esta razón resulta fundamental hacerse un examen de laboratorio al año para detectarla. “En un análisis de rutina, que incluya los valores de la glucemia, se puede verificar si existe o no alguna alteración. Eso puede marcar la diferencia”, afirma Christian Gali, de la Federación Argentina de Diabetes (FAD). Según él, el otro gran paso es “tomárselo con seriedad”. “Hay que trabajar sobre la detección pero, también, sobre la educación al paciente que no siempre es consciente de la gravedad de la patología y muchas veces no respeta el tratamiento”, resume Gali, que destaca que el abordaje de la enfermedad tiene tres aristas: hacer dieta saludable y actividad física, y tomar medicación por vía oral o inyectable. “No siempre los pacientes con diabetes tipo dos necesitan insulina. En general, suelen acudir a ella cuando progresa el deterioro”, explica Gali.
“Hay que comer sano y en forma moderada y mantenerse activo. Esa es la mejor forma de cuidarse para no sufrirla o poder demorar su aparición y sus consecuencias”, resaltan desde la FAD. Y advierten: “Si no se avanza en un cambio de hábitos, todo indica que vamos a pasar de casi un 10% de diabéticos a nivel mundial a un 20% o 25% dentro de una década”.