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DEPORTES
13 de agosto de 2016
El equipo dirigido por Sergio Hernández venció por 111 a 107, tras dos tiempos suplementarios. al dueño de casa, en medio de un gran partido en Río 2016.
El clásico tenía un valor especial para Brasil, no sólo por lo que significa el duelo regional: ponía en juego su continuidad en el torneo debásquetbol de Río 2016. El dueño de casa se jugaba su presencia en el Arena Carioca 1 contra el rival de toda la vida. Más allá de que para eso se confirme necesita de los resultados de España, el golpe era terrible. Era golpearlo desde el juego y desde el ánimo. Del otro lado, la Argentina tenía que levantar cabeza después de la caída ante Lituania. Demostrar capacidad de reacción, con el incentivo de hacerlo ante el enemigo íntimo. Y la fiesta fue albiceleste: la selección ganó 111-107 en el segundo tiempo suplementario, puso contra las cuerdas a los brasileños y se llevó un triunfo a puro juego y corazón. "Que salen a ganar, que quieren salir campeón", bajó de las tribunas. Fue un grito de guerra ante el silencio verdeamarelho.
Resultaron clave los 37 puntos y 10 rebotes de Andrés Nocioni -líder en ambos rubros-, así como los 33 puntos y 11 asistencias de Facundo Campazzo. Brilló el Chapu y se agrandó el base. Formaron una dupla letal.
El inicio del partido mostró mucho de lo que se puede encontrar en la mejor versión de este equipo. Con un Nocioni preciso y un quinteto sin fisuras, vapuleó a Brasil. Lo expuso y lo llevó a su mínima expresión con un parcial de 28-19.
Pero todo lo bueno del primer cuarto se tiró a la basura en el segundo. Fallaron las decisiones internas y las externas: Sergio Hernández no le encontró la vuelta a la rotación. La Argentina arrancó mal el segundo cuarto y lo que empezó como un simple paso en falso desembocó en 10 minutos que fueron desdibujando la actuación albiceleste. Los números de la primera parte hablaron por sí solos: Brasil, con más puntos, falló más desde la línea de tres, pero alcanzó un 72% de efectividad en la zona pintada. La muestra exacta de un mayor despliegue físico bajo el aro, de la rotación de los más altos y de un flojo desempeño argentino en defensa.
Tras el golpe de ir 52-44 abajo -luego del brillante 28-19 inicial-, la selección logró volver a ponerse en partido en el tercer cuarto. Falló, sí. Y no pudo irse en ventaja a la última parte. Pero sin Delfino, Ginóbili y Scola en cancha por varios minutos, el resto del equipo dio la cara. Con Nocioni como abanderado, pero también con buenos rendimientos de Campazzo y Garino. Es más, la Argentina llegó a estar 64-63 arriba, mostrando señales de recuperación. El cierre fue para Brasil: 72-67.
Ya en el final, aparecieron todos los condimentos de un clásico. Se achicó la diferencia, se potenciaron los roces y creció la presión. La Argentina lo empató en 85 con un triple de Nocioni a falta de 3.8 segundos. Fue parte de la superlativa actuación de las figuras de la tarde: falló Ginóbili, tomó el rebote Campazzo y empató el Chapu.
La paridad siguió en el primer tiempo extra, que terminó 95-95 y Manu tuvo la chance de inclinar la balanza en el último segundo, pero no pudo y mandó el partido a un segundo tiempo suplementario. ¿Había tiempo para más? Sí, la Argentina mostró mejor resto físico y se fue acomodando, más allá de algún susto. Con un Delfino errático (firmó la planilla con ceros en los ítems principales) y sin Scola ni Nocioni, ambos con cinco faltas, Manu y Campazzo se cargaron el final. Fue el resumen de la transición que tanto pide Hernández. De un recambio que tanto ilusiona. La Argentina ganó el clásico, puso al rival en crisis y celebró la clasificación a la próxima etapa. A puro corazón. Con el alma. Como manda esta generación.