Sábado 23 de Noviembre de 2024

INTERNACIONALES

2 de diciembre de 2015

Los cafés de París vuelven a ponerse de pie tras los atentados

Algunos sitios atacados por los yihadistas reabren sus puertas. Los musulmanes temen ser estigmatizados.

En el medio de las flores, las velas, los poemas, los dibujos de los chicos con un “Vive la France" en mayúsculas, un pastor norteamericano, con sus seguidores en círculos, lee una y otra vez en voz alta, teatral, la Biblia en medio de ese altar laico. Repite y repite el salmo 6, que termina con un sonoro Aleluya y los que pasan lo miran, incómodos.

El silencio es la norma en este lugar de dolor y recogimiento en París. Con las persianas bajas de la brasserie La Bonne Biere, en la esquina de la Fontaine au Roi y La Cosa Nostra, la otra pizzería mártir en los atentados del 13 de noviembre, unos vidrieros desencajan de los rieles los cristales agujereados por los balazos de los fusiles de Kalashnikov, los reemplazan por unos blindex nuevos y cementan en negro.

Dos semanas después de la masacre en París, el Café Bonne Bierre ha comenzado a ponerse de pie. El viernes tendrá su reinauguración y los vecinos los acompañarán, en una comunión de emoción y desafio. Faltarán seis, los que murieron bajo las balas del comando del Seat negro, los yihadistas que también masacraron a otros jóvenes “BoBos” parisinos, que disfrutaban de esa noche templada, de otoño, en el barrio XI de París. Una ráfaga que comenzó en el restaurante Le Petit Cambodge, se extendió al bar hotel Carillon, siguió aquí, en el Comptoir Voltaire, para terminar esta carnicería de inocentes en la rue du Charonne, a dos pasos de la Bastilla.

La Bonne Biére será el primero de la larga lista de objetivos a eliminar del Estado Islámico que abrirá la puerta nuevamente. Uno está cerca del otro. El Petit Cambodge se prepara en un silencio recogedor, casi budista, con las ventanas bajas. Unos pintores eligen los colores, paleta en mano. Un guardia de seguridad asiático se instala en la puerta, donde aún arden velones, se cuelgan más fotos, poemas y más rosas. Ellos abrirán a mediados de enero, para seguir dar dando trabajo a los 20 empleados indemnes, y devolverle la alegría a los vecinos solidarios. Habrá una lámpara votiva para recordar a esos 15 que se fueron pero que serán siempre recordados.

En el Carillón, Cocó, nacido como Hadjen Amokrane, de Argelia, aún no tiene la fuerza para volver y recomenzar, aunque todo el barrio lo apoye. En su espalda pesan sus 40 años de historia, de amor del barrio. “Vamos Cocó, fuerza”, le gritan los vecinos. El no quiere levantar las flores, ni archivar aún los mensajes, ni apagar las velas o guardar los poemas de los chicos, los ositos, las rosas secas. Son parte aún de su discreto duelo. El Bataclan, ese escenario mítico de París, es aún un área de crimen, cerrado, con sus miles de flores, 89 muertos, lugar oficial de recogimiento y respeto para todos los jefes de Estado que llegan a París para la COP 21. Pasarán meses, sino años, para que vuelva a abrirse.

Le Bonne Biére hace esquina con la Cosa Nostra, el restaurante italiano que también fue atacado y su dueño vendió el video donde se ve a los terroristas al británico Daily Mail por 50.000 euros. El Estado francés se niega a pagarle ahora la indemnización correspondiente por falta de respeto a las victimas.

“Vamos a abrir el viernes”, confiesa el director de Le Bonne Biére, que no tiene una gran destrucción interna porque el ametrallamiento fue en la terraza. “Vamos a hacer algunos trabajos y lo haremos por razones psicológicas”, explica. Entre las flores de sus santuarios, un artista ha dibujado a grandes rasgos las caras de los muertos. “Los sirios con ustedes”, los firma. “En Siria y en París nosotros tenemos los mismos enemigos”, sugiere.

Frente a un restaurante turco, al supermercado, a la florería, los autos pasan pero hay un silencio respetuoso, que sólo interrumpen las sirenas del hospital St Louis. Mohamed se hace escuchar. Es musulmán, argelino. Señala la puerta del lavadero automático Lavatrom, aún con rastros de los balazos, y una puerta precaria de madera. Y denuncia: “Aquí mataron a una mujer con velo. Sabían que eran musulmana. Le dispararon un tiro estos salvajes. Cayó delante mío. Mataban a cualquiera, no importaba la religión. Ahora nos toca a nosotros explicar qué es el islam, no podemos permitir que nos estigmaticen, que la policía nos controle todo el día porque somos árabes. Estos asesinos no tienen nada que ver con nuestra religión, son unos psicópatas de un film. Pero nosotros tenemos miedo. A la estigmatización, a que consigan lo que buscan: dividirnos, enfrentarnos”, admitió.

Anais y Fátima también llegaron a orar ante ese altar laico, las dos con velos. “La gente debe recomenzar. No hay que tener miedo. Eso es lo que ellos quieren. Salgamos, tomemos café. Juguemos con nuestros nietos en la plaza. Enfrentemos al miedo. ¡No vamos a quedarnos en casa! Si es así, ellos ganan. El Corán dice, ‘Si es nuestro día, es e Nuestro día’”, aclara, fatalista Fátima, la mayor.

En el Carillon, los cinco pisos del viejo hotel del barrio y el bar ametrallado siguen cerrados. En los agujeros de las balas han colocado poemas y rosas que se están marchitando. “Ellos no son musulmanes, son terroristas”, se lee en un cartel escrito con tinta negra. Samia va y viene reencendiendo las velas que se apagan, reemplazando flores secas, acomodando la foto de Chloe, pelo largo, sonrisa canchera, mirada insolente, que cayó tomando una cerveza en el El Carillon, junto a otros 14.

“Vamos Coco, abrí. Los vecinos no sabemos a donde ir. Te extrañamos”, le gritan al entrañable cafetero Kabile. Cocó puso al fin, aún bajo el shock, un gran cartel a los familiares de las víctimas, a los vecinos, en la puerta del bar acribillado. “Pensamos todo el día en ustedes, en los familiares de las víctimas. “Gracias por el apoyo que nos tocó. Coraje a todos, mantengámonos unidos en la pena pero también en la esperanza de tener días hermosos y fraternales. Los amamos”, escribió el equipo de Le Carillon.

La Belle Equipe, donde murieron 19 personas y los terroristas ejecutaron a la propietaria musulmana, que se había casado con un judío, en la rue du Charonne, no tiene aún planes concretos. Probablemente abrirán en enero pero nada es seguro. Los 130 muertos del 13 de diciembre han sido adoptados por los franceses como sus nuevos hijos, nuevos héroes de una Francia que ha cambiado pero cuya única resistencia es seguir viviendo como antes. Tal cual dice esa carátula de los Beatles, dejada entre las flores de Le Carillon: “Keep Calm and Carry On”, como el los feroces “blitz” nazis de la segunda guerra mundial en el este de Londres.

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