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22 de Noviembre de 2024
POLITICA
7 de junio de 2015
Leopoldo Moreau Con “Kelo” Molas
Nota en elesquiu.com
-Aquella frase “no es fácil ser radical, pero vale la pena serlo”, ¿se ajusta a este tiempo de diáspora y confusión que vive el radicalismo?
-Y, sí. En la medida en que uno no traicione ni le dé la espalda a la identidad histórica, nacional y popular del radicalismo, efectivamente: vale la pena ser radical. Lo que pasa es que hoy estamos enfrentados en dos radicalismos: uno conservador y otro popular, lo que de alguna manera está reflejando lo que se proyecta a nivel nacional como posible escenario de las elecciones de octubre, que es precisamente la conformación de dos grandes bloques electorales. Un bloque de centroderecha, que persigue la restauración conservadora en la Argentina, y otro que va a expresar ese espacio nacional, popular, democrático que con su diversidad y pluralidad pretende defender lo que el pueblo argentino ganó hasta aquí y profundizar el camino de la ampliación de derechos y de inclusión social. Esto también creo que ocurre en el peronismo, veo que hay un peronismo de derecha y otro que se inscribe en la línea del pensamiento popular y progresista; lo que pasa es que la diáspora del radicalismo es más visible porque la actual conducción partidaria decidió lotear al radicalismo, le ha puesto una lápida como partido nacional y ha generado partidos provinciales o municipales que tratan, al grito de “sálvese quien pueda”, de buscar o encontrar alianzas electorales de cualquier naturaleza con tal de mantener ciertos espacios de poder. Eso hace que, la UCR, como partido nacional, esté herida de muerte.
-¿Por qué pasó lo que pasó tomando como ejemplo lo ocurrido en la convención de Gualeguaychú?
-Creo que era lo que debía pasar, nada es casual. Como consecuencia de diez años de haber ido transitando el camino, aunque parezca paradójico decirlo porque estamos hablando de un partido político, de la despolitización. En la UCR, hace muchísimo tiempo se clausuró el debate político y esa ausencia significa la falta de política y cuando no hay política, la agenda te la ponen las grandes corporaciones concentradas, tanto económicas como mediáticas; por lo tanto, el radicalismo empezó a ejercitar una oposición ciega siguiendo el camino que le marcaban los títulos del Grupo Clarín, como el propio (Ernesto) Sanz se ha ufanado en más de una vez en el sentido de que de cada diez leyes que ingresaron al parlamento, nueve votaron conjuntamente con el PRO, por supuesto omitiendo enumerar cuáles fueron esas leyes. Entonces, es natural que hayan desembarcado en un frente de centroderecha; si se viene transitando un camino de un antagonismo ciego que te desbarranca a posiciones de centroderecha, se termina en una alianza de centroderecha, que es en definitiva lo que ocurrió en Gualeguaychú.
-¿Cuánto le duele una UCR vacía de contenidos y hasta vacía de un candidato presidencial con posibilidades?
-Mucho, por supuesto, porque el radicalismo podría estar dando bastante en este presente tan rico de la Argentina. Si la dirigencia partidaria, en vez de dedicarse a discutir solamente tácticas electorales se hubiera dedicado a discutir un proyecto de país, aún con diferencias con el oficialismo, podría haber hecho una contribución extraordinaria a mejorar aún mucho más la calidad del proceso democrático de la Argentina, a consolidar este modelo de inclusión social, a apuntalar el proceso de autonomía del país respecto de los poderes fácticos. Insisto: la ausencia del radicalismo es lo que abrió el camino a la conformación de un frente de centroderecha, porque la UCR podría haber estado en el medio, actuando como una oposición responsable, dándole al gobierno la fortaleza que en determinado momento necesitaba para enfrentar a las corporaciones, y también planteando las diferencias que hubieran significado rectificaciones en las cosas que merecían ser rectificadas.
Pero, por otro lado, estoy contento porque advierto que hay una muy fuerte reacción en los propios radicales, y cuando hablo de los radicales hablo de aquellos que están fuera del partido; estoy convencido de que hay muchos más radicales, y alfonsinistas especialmente, afuera de la estructura formal del partido, que adentro; pero también dentro de la estructura partidaria hubo una reacción frente a este intento de ponernos como furgón de cola de la centroderecha, detrás de la candidatura de (Mauricio) Macri. Mire: uno puede equivocarse en los acuerdos electorales, siempre existe un margen de duda, que fue lo que nos ocurrió en el caso del `99, con la Alianza; se podía suponer que ese espacio iba a ser un espacio progresista que venía a cambiar lo que había hecho (Carlos) Menem en la Argentina porque el radicalismo venía de oponerse fuertemente a las políticas económicas del menemismo, el Frepaso también hacía una oposición a la política entreguista de Menem, estaba con vida Raúl Alfonsín, que generaba certidumbre desde el punto de vista ideológico, entre otras cosas.
Después vino la traición y la defección de (Fernando) De la Rúa, pero ahora no hay margen de duda posible: aliarse con Macri es aliarse con el modelo neoliberal; Macri tiene la virtud de decir lo que piensa. Hace poco tiempo, cuando se produjo la sentencia de (juez neoyorquino Thomas) Griesa en contra de los intereses del país, dijo que había que cumplir, sin chistar, esa sentencia, lo que hubiera significado un sobreendeudamiento de 300 mil millones de dólares para la Argentina; no sé si lo dijo por ignorancia o porque no estudia los problemas del país, o porque no se le mueve un pelo pensando que la Argentina puede volver al escenario del sobreendeudamiento, pero lo cierto es que aquello fue un gesto de irresponsabilidad impropia de alguien que pretende gobernar un país de 40 millones de argentinos, salvo que esté pensando en gobernar sólo para 7 de esos 40 millones. Proponer votar a Macri es como proponer votar a Menem después de haber pasado por el menemismo.
-¿A dónde va el radicalismo?
-El radicalismo sólo tiene destino si transita junto con el pueblo la vereda de las transformaciones y los cambios que la sociedad argentina viene protagonizando en estos 31 años de democracia. Creo que si el radicalismo se para en la vereda de la centroderecha, desaparece como fuerza política. Estamos viviendo un nuevo tiempo, hay un rediseño del sistema político en el país, como lo hay en América Latina y entonces me da la impresión de que el radicalismo eligió el camino equivocado, incluso desde el punto de vista de los resultados prácticos que está obteniendo. Fíjese en las elecciones de Chaco de hace un par de semanas, la UCR perdió 7 de 9 comunas que gobernaba, entre ellas la de Resistencia; en el campo de los acuerdos electorales, por ejemplo en Córdoba, una provincia de base radical todavía significativa, en el acuerdo con el PRO el radicalismo no lleva candidato a senador nacional. Resumiendo: en el futuro inmediato, la conducción de Sanz y la camarilla que lo acompaña no va a poder justificar, más allá de los resultados en el campo de la batalla electoral, esta aberración que significa haberse aliado con la derecha expresada con Macri.