Martes
26 de Noviembre de 2024
13 de junio de 2016
La selección de Gareca vence a la de Dunga (1-0) gracias a un gol con la mano y se enfrentará a Colombia en los cuartos de final
La sorpresa que causó la victoria de Perú sobre Brasil fue una nimiedad si se la compara con la actuación del árbitro del partido, el uruguayo Andrés Cunha. El juego de Brasil fue para el olvido, el de Perú también; la tarea del colegiado, no. A falta de 15 minutos para el cierre del partido, Ruidíaz mandó el balón a la red, tras un pase de Polo. Mientras todos los muchachos de Gareca gritaban el gol, los brasileños le protestaban al árbitro, convencidos de que el peruano había empujado la pelota con la mano. Cunha fue a consultar con su asistente y el partido quedó en suspense. Mientras el colegiado escuchaba por el inter comunicador las explicaciones del cuarto árbitro (como si fuese un partido de fútbol americano, solo porque la copa se jugaba en Estados Unidos), los jugadores de uno y otro equipo se enfurecían cada segundo más y más. Fueron dos minutos de un papelón imborrable.
La espera, interminable, dio por bueno el gol de Ruidíaz.
La repetición de la jugada condenó al árbitro porque se vio claramente cómo el peruano empujó el balón con la mano. No se sabé que vio el colegiado, tampoco el asistente; mucho menos el cuarto árbitro. La tecnología, si es que se utilizó, no ayudó a que el fútbol sea más justo. Ahora mientras Brasil se vuelve mascando rabia a Sud America, a Perú le espera Colombia en los cuartos de final.
En la antesala de la definición del grupo B, la goleada de Ecuador sobre la inocente Haití había puesto en alerta a brasileños y peruanos. Aunque a Brasil le valia el empate para sellar su pasaporte para los cuartos de final, la victoria la consolidaba con la líder del grupo y le ponía en el camino a la dura Colombia; la buena noticia, en cualquier caso, era que con los tres puntos evitaba un virtual duelo con la Argentina de Messi en semifinales. A Perú, en cambio, no le quedaba más remedio que ganar si quería seguir en la Copa. Y bajo este panorama, el miedo a perder se adueñó del partido en Gillette Stadium.
El juego arrancó como si nunca hubiese arrancado: atascado en el ecuador del campo. La pelota era un castigo para los peruanos y brasileños. Las áreas parecían zonas minadas, ni noticias de las porterías. Tenían tantas ganas de hacer las cosas bien, que hacían todo mal. Todo era fuerza e ímpetu, nada de pases y regates; ni hablar de marcar goles. Hace tiempo que a Brasil le cuesta reconocerse en su propio espejo y a Perú ya no le queda nada de su efímera pero gloriosa década del 70, cuando de la mano de Cubillas, Uribe y Sotil se coronaron como los mejores de América. Pero mientras Perú todavía no sabe cómo reinventarse, Brasil cuenta con una bendición divina: su inagotable cantera de talentos.
Ausente Casemiro, Dunga se olvidó de su táctica más tacaña y reemplazó al mediocentro del Madrid (suspendido) por un enganche estiloso llamado Lucas Lima. Y cuando el 10 se encontraba con Coutinho, mientras el Gabriel tiraba diagonales, Brasil se empezaba a acordar de que era Brasil. El problema para la Canarinha fue que el fútbol de Lima, Coutinho y Gabriel aparecía a cuenta gotas y no lograron incomodar nunca a una Perú agazapada cerca de su portero. Las soluciones nunca llegaron desde el banquillo, Dunga, que está divorciado del Jogo Bonito, no sabe cómo arropar a sus futbolistas más delicados. Y en esta Copa América, Brasil extrañó demasiado a Neymar (jugará en Río 2016), único héroe en el lío en que anda perdida la Canarinha.
Perú se limitaba a defender y buscaba con balonazos al solitario Paolo Guerrero. Fútbol de diablos que tuvo un premio de ángeles. En una jugada bañada de polémica, Perú venció a Brasil después de más de 30 años (la última victoria del seleccionado peruano sobre la verdeamarella fue en un amistoso en 1985) y se clasificó para los cuartos de final. En su cumpleaños número 100, América se queda sin su selección más gloriosa, castigada desde el banquillo por Dunga, pero, sobre todo, castigada por un gol que no debería haber existido.