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MUSICA
30 de mayo de 2016
Recordamos especialmente al negro Ruben Juarez
Vozarrón, ventarrón, bandoneón, voz tanguera, desmesura, "fueye" blanco. Estas podrían ser algunas palabras, en un diccionario posible de los personajes de la música argentina para definir a este músico.
Por esas cosas de la vida, Juárez, que pasó su juventud en tiempos de rockeros, se abrazó al tango y hasta vivió sus mismos excesos. Fuera de escena, los asuntos son privados; de lo que se puede decir acerca de lo que pasaba sobre las tablas es que con el paso de los años esa carga excesiva se trasladaba a la música en cada recital. De ahí que una versión suya de "Tinta roja", con todo su caudal, podía convertirse en un rugido arrollador pero sin desbordes. Sonaba genuinamente tanguera e incomparable.
Alguna vez contó la anécdota de su viaje a Colombia, para un homenaje a Gardel. Ahí escribió acerca de una lluvia furiosa que se había largado durante el show que estaba dando en un anfiteatro contiguo al aeropuerto donde murió el Zorzal Criollo. "Si alguien que lee esta columna me conoce -escribía entonces-, sabe que no me entrego así de fácil. Por eso, mientras los organizadores del evento sufrían por las inclemencias del clima, el público aún quería resistir y buscaba refugio para permanecer en el lugar. Tomé el micrófono y pedí a todos aquellos que quisieran seguir disfrutando del show que entraran a las instalaciones del aeropuerto con capacidad para 5000 personas, es decir, la mitad de la capacidad del anfiteatro exterior. ¡Para qué! El resultado fue terrible y maravilloso a la vez. De inmediato, el público ingresó y colmó la capacidad del aeropuerto. La gente tenía tanta buena onda que se acomodaba en cualquier espacio y con toda educación. [...] fue uno de los recitales más espectaculares y memorables de toda mi carrera, nada menos que para homenajear a don Carlos."
Juárez siempre fue un rioplatense prototípico, a pesar de haber nacido en Ballesteros, Córdoba, el 5 de noviembre de 1947. Cuando tenía dos años, sus padres se instalaron en Sarandí. A los seis, comenzó a tocar el bandoneón. Cuando era adolescente, fue seducido por el rock: integró The Black Coats, grupo de aficionados formado por amigos del barrio; luego pasó a Los Tammy, que más tarde serían rebautizados Los Telestars (con nuevos integrantes) y que llegaron a presentarse en Radio El Mundo. Pero el camino con el tango fue en paralelo. Cuando todavía era Rubencito y usaba pantalones cortos, tocó con la orquesta típica de Independiente. Ya en los sesenta comenzó a salir de gira por el interior con Héctor Arbello, quien fue guitarrista de Julio Sosa.
En el 69, cuando se hizo conocido en el mundillo tanguero gracias a sus actuaciones en Cano 14, era flaco, tenía pinta de galán y personalidad. Cantaba y tocaba el bandoneón. Fue un poco de aire fresco para una escena tanguera que no podía competir con el rock ni el beat televisivo que captaban la atención de los jóvenes. Juárez no terminó siendo un salvador ni un héroe, pero impuso su estilo. Además, le pidió a Aníbal Troilo que fuera su padrino.
En los setenta, apareció en el programa Sábados circulares, que conducía Pipo Mancera, hizo los primeros viajes fuera del país, grabó los primeros discos (su debut fue acompañado por la orquesta de Carlos García). Hasta la década siguiente, alternó sus viajes al exterior (España, Estados Unidos, Colombia, México, Venezuela, Uruguay) con sus ciclos en Cano 14 y otros escenarios argentinos.
En los 80, frecuentó el Café Homero, pub de tango ubicado en el barrio de Palermo, lejos del centro turístico que representaba San Telmo. En 1993 compró el local: "Fue el berretín de tener el boliche en un lugar diferente... Cerca de Borges y Carriego", le gustaba decir. Y llegado el nuevo milenio, cuando se instaló en Carlos Paz, dejó el lugar para que lo administraran sus familiares.
Rubén compuso temas, como "Qué tango hay que cantar" y "Mi bandoneón y yo"; siguió publicando discos, tocando y cantando dentro y fuera del país, adquiriendo notoriedad. Un día le pidió a un luthier que le fabricara un bandoneón blanco. Con Luis Salinas cerró la multitudinaria Gran Milonga del Festival de Tango de Buenos Aires de 2004. En 2007 fue protagonista de un show al aire libre en Figueroa Alcorta y Pampa, con muchos invitados, que sirvió de apertura del festival de ese año. En 2008 su actuación cerró la programación de conciertos del Teatro Avenida, también en el marco del festival. Más tarde compartió, en Mar del Plata y en el Festival de Folklore de Cosquín, el espectáculo Los Mosqueteros del Tango, con Raúl Lavié y Guillermo Fernández. Aunque, más que un mosquetero, parecía una especie de gladiador del tango.
Hoy lo recordamos con esta magnífica versión improvisada de Malena…