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POLITICA
22 de febrero de 2016
Las cifras de la gobernación de Alicia Kirchner no cierran por ningún lado y al Frente para la Victoria se le hace difícil mantener el control de la situación
Muchas son las voces de Santa Cruz que opinan ahora que la provincia va camino a una intervención federal, después de una potencial cesación de pagos.
¿Santa Cruz quebrada y camino a la intervención federal?
Lo que ocurriría es que las cifras de la gobernación de Alicia Kirchner no cierran por ningún lado y al Frente para la Victoria se le hace difícil mantener el control de la situación, algo que condiciona los proyectos de Cristina Fernández de Kirchner y Máximo Kirchner.
En este sentido, el portal Urgente24 publicó dos reflexiones que fundamentan esta observación:
Rubén Lasagno (Director del portal Opi Santa Cruz) explicó desde Río Gallegos la crisis del kirchnerismo:
“Todo lo que vino inmediatamente después, como la infantil actitud de la ex presidenta de no entregar el bastón de mando y la banda al nuevo mandatario y hasta la estúpida resistencia de Sabatella a salir de las oficinas de la AFCA, solo por poner aislados ejemplos, es un síntoma del síndrome de la “pérdida del sillón”.
Junto con esta actitud de apropiación que desarrolló el kirchnerismo en 12 años, todos sus integrantes no pudieron deglutir la pérdida no solo del poder político, sino de las cajas. Y la reacción fue propia a la del niño a quien le quitan el chupetín.
Como esta debacle política nunca estuvo en los planes K, es que jamás existió un “Plan B”; no era necesario, porque el continuismo que Daniel Scioli le iba a dar vida al gran proyecto de seguir con los negocios, apropiándose de los fondos públicos y los negociados en marcha, le permitiría concentrar poder alrededor de la figura en retiro de CFK, quien seguiría ordenando los patitos desde El Calafate, con el invalorable apoyo del indestructible Zanini al lado del inefable Daniel Scioli, a quien le dolió más perder la presidencia que la amputación de su brazo.
Si todo estaba controlado ¿Para qué considerar un escenario que no se podría dar? Y se dio”.
Por otro lado, Carlos Salvador La Rosa, periodista y director de la sección de Opinión del diario Los Andes (Mendoza) elaboró una reflexión en la misma línea:
“(…) Néstor quiso quedarse con el peronismo para destruirlo desde adentro o para transformarlo en una continuación de su personalidad. Pero, peronista al fin, se dio cuenta de que el peronismo era inconquistable, no por rebeldía de sus miembros sino por inercia disfrazada de sumisión al poderoso del día.
El peronista ortodoxo dice siempre que sí al que tiene coyunturalmente el bastón de mando del movimiento, pero se prepara para continuar en contra de aquel al que le dijo sí cuando éste empieza a perder poder. Como Kirchner eso lo supo siempre, murió intentando la única posibilidad de perpetuidad que le quedaba: proseguirse indefinidamente en la presidencia con su esposa, como los Rodríguez Saá en San Luis. Pero se murió y con él, su intento. Quedó un jardín artificial que su esposa regó con fruición.
Cristina fue la heredera flor de invernadero de Néstor, el que llegó a la cima sin merecimiento ni esfuerzo propio algunos. Cristina avanzó aún más en esa línea y entonces inventó La Cámpora, la flor de invernadero más grande jamás vista, creada solamente desde la prebenda estatal.
Cuando a la flor de invernadero le falta el agua y los cuidados del jardín artificial, comienza a morir porque afuera no puede respirar. Eso es lo que está pasando con el invento más artificioso que ideó la democracia argentina, el kirchnerismo, del cual se registran pocos antecedentes, porque casi todos los otros presidentes representaban una parte de la realidad social, mejor o peor. Buenos o malos representantes pero representaban algo desde antes de llegar al poder, mientras que los kirchneristas subieron por otros, no por sí mismos.
Eso no implica que Néstor haya sido un tonto, porque al llegar al gobierno lo supo transformar en poder con gran talento, primero recuperando la autoridad política perdida, su gran e innegable mérito histórico, pero también por ser extremadamente hábil al convertir los pecados argentinos en la materia prima con la cual construir su “virtud” política. Fue talentoso por demás en crear poder a través de la ilusión de un falso hiperconsumo mediante el subsidio y la inflación (…)”.