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22 de noviembre de 2015

Juliana Awada: la nueva Primera Dama

Vivió diez años con un conde belga. Es elegante y sexy. Profundizó la relación con Macri en el gimnasio. Esquiva la política. Taller clandestino y cartera Hermès.

Awada y Macri se conocían del barrio. Durante casi una década, y hasta la noche de la separación del conde belga Bruno Laurent Barbier, Juliana vivió en una residencia de la calle Ombú, al lado de la de su primera esposa, Yvonne Bordeu y madre de los tres hijos, y casi enfrente de la de su padre, Franco Macri, en Barrio Parque. Además, en todos esos años se cruzaron en los green de distintos clubes de golf-su hermano Daniel jugaba con Macri-, en los veranos de Punta del Este, pero fue en el Ocampo Wellness Club, -de ahora en más, "Ocampo"-, donde Awada y Macri iniciaron la relación, como se detallará más adelante.
 

"No es que yo lo vi a Mauricio y me enamoré la primera vez. Pero cuando empecé a salir, inmediatamente sentí que era el amor de mi vida", explicó Awada en un reportaje.

Tuvo una infancia y una adolescencia formada con las costumbres de una clase media acomodada; sueños diseñados entre colores combinados, cortes, telas y modelos. Una educación bilingüe en un colegio inglés de Belgrano que ya no existe, el Chester College; un poco de hockey, pero mucho más de golf en el club San Andrés. Y después los viajes, Nueva York, París, los desfiles pret-a-porter, las tardes en las galerías de arte, algún curso de cocina, un viaje de estudios a Inglaterra, después del secundario, para estudiar Diseño(aunque ella hubiera preferido la Parsons School de Nueva York) y un matrimonio prematuro con Gustavo Capello, a los 23, tomado casi como "un accidente" por su brevedad. Así fueron pasando los años.
 

 

Su mundo estuvo guiado por la empresa familiar que sus padres crearon en los años '60. Los roles en la familia se fueron dividiendo."Mauricio tiene una figura importante en su papá, y yo en mi mamá", comentó Juliana en un reportaje a La Nación.

Con sus casi 80 años, Pomy, Elsa Esther Baker de Awada, también conocida como Madame Awada en el mundo fashion, es la nave insignia de la empresa que conduce junto a su hija mayor, Zoraida, a cargo de la comercialización, y Juliana, que traslada ideas de diseño y le dio una imagen más juvenil a la marca, que estaba demasiado estancada en el target ejecutivas de 35 años en adelante. Su otro hermano es Daniel, dueño de "Cheeky" y "Como quieres ...", ya separado de la empresa familiar. Y de los otros dos hermanos Awada, Leila es artista plástica, y Alejandro, el reconocido actor.
 

Durante la década del '90, los Awada, oriundos de Baalbek, Líbano, accedieron a franjas no marginales del menemismo, unidos por relaciones familiares. Alejandro Tfeli, primo hermano de Juliana, fue el histórico médico de cabecera del ex presidente Menem. Y Alberto Artemio Rossi, marido de Zoraida Awada, fue el arquitecto que le diseñó "La Rosadita" de Anillaco, y le construyó un refugio en el cerro, que llamó "Aguadas de las alturas". Demasiado cercano al poder, el arquitecto Rossi fue involucrado en el expediente del tráfico ilegal de armas, pero superó rápido esa lamentable instancia.

La familia obtuvo resonancia pública por un hecho inesperado: el secuestro de Abraham Awada, padre de Juliana, en agosto de 2001. Fue abordado por una banda cuando salía del San Andrés Golf Club, partido de San Martín y liberado tras cinco días de cautiverio. Se estima que la familia pagó 300 mil dólares.

En los últimos tiempos, Awada y Cheeky fueron involucrados judicialmente en una megacausa de empresas textiles que "tercerizaban" la elaboración de sus productos en talleres clandestinos con trabajo esclavo. Finalmente, el juez Guillermo Montenegro los sobreseyó, en una de sus últimas resoluciones antes de ingresar al elenco ministerial del PRO. En la actualidad, Awada cuenta con trece locales propios y una facturación anual estimada en 25 millones de pesos.

 


Casamiento de Mauricio Macri y Juliana Awada. Gustavo Castaing

Pomy también tuvo un papel destacado cuando Juliana, tras la separación de su primer marido, inició su relación con el conde Bruno Laurent Barbier. Ambos habían coincidido en la business class de un vuelo de Air France. Cuando la nave aterrizó en París, tras largas horas de conversación, el conde le anticipó a Pomy: "Me voy a casar con su hija", y continuó viaje a Bélgica, su país de origen. Su determinación y su simpatía hicieron que Pomy avalara la relación con el millonario, poseedor de una fortuna familiar estimada en casi 400 millones de euros. Nunca se casaron, pero tuvieron a Valentina.
 

En la Argentina, Barbier es empresario sojero. Agroinvest S.A., que lo tiene como director, cuenta con más de 10 mil hectáreas en provincia de Buenos Aires y 32 mil en todo el país. Entre aviones privados, veranos con el jet set europeo y las visitas a la casa Hermès, la pareja fue armando su mundo social, cruzando amistades con las familias Saguier o Gastaldi, y sin desdeñar el ambiente político: el gobernador y ahora candidato del FpV Daniel Scioli y Karina Rabolini estaban entre las parejas que frecuentaban.

Otro de los ámbitos de pertenencia, y que aceleró la ruptura con Barbier, fue el gimnasio Ocampo, una suerte de "club house" de Barrio Parque, aunque abierto al "público en general". Se puede acceder por 500 pesos al mes.

Allí empezó a sonar la música para Mauricio Macri. Con David Guetta de fondo, que pasaba Aldo, personal trainer y encargado de Ocampo, la relación entre el jefe de Gobierno y la diseñadora fue encontrando cauces más definidos: mientras ella utilizaba "el escalador", para fortalecer isquiotibiales, el jefe de Gobierno leía distraídamente el diario en la bicicleta con respaldo. Estaban a 7 metros de distancia, en diagonal. Se fueron acercando. Pero hasta ese momento, fines de 2009, Macri y Awada no compartían más que el personal trainer.

Elegante, sexy y muy cuidadosa con su indumentaria, en el gimnasio, Juliana suele combinar calzas grises con remeras verde seco, que lleva sueltas, y una pashmina beige. A veces, usa un bolso grande Birkin, de Hermès, color naranja, que cuesta unos 12 mil dólares, y también utiliza la Presidenta de la Nación. De todos modos, podría decirse que, en materia de joyas, relojes, anteojos y carteras, Juliana está por debajo del promedio de las mujeres habitués del gimnasio, lo cual también habla de su simpleza.
 


Juliana Awada, diseñadora de moda y esposa de Mauricio Macri. (David Fernández)

Con su carácter vital y su buen humor, Juliana es líder del grupo femenino "sub 40". Inés Peralta Ramos y Agustina Ayllón, esposa de Francisco de Narváez, son sus amigas de primera línea. Otras presencias que resultan familiares en el fitness center de Barrio Parque son -del ámbito empresario y político-, Gerardo Werthein, Ernesto Gutiérrez, Nicolás Caputo, y dos o tres ministros del PRO; y en el rubro "arte y farándula" se cuentan las presencias de Romina Gaetani, Silvina Luna, Pamela David, María Eugenia Ritó o Roberto Pettinato, que llegaron al gimnasio siguiendo las clases personalizadas de Aldo. "No es que los que vienen de afuera del barrio sean mal vistos sino que no son percibidos", analizó una fuente del fitness consultada.

El inicio del noviazgo entre Juliana Awada y Macri fue un hecho casi imperceptible en Ocampo. Pero el sinceramiento de la relación, el modo y la velocidad con que rehicieron sus vidas, llevó a muchas mujeres del gimnasio a reclamarle a sus amantes que imitaran "el ejemplo de Mauricio", que abandonó a su pareja (Malala Groba) y blanqueó su situación con Juliana. Esta valoración interna por el jefe de Gobierno se acrecentó más todavía al saber que iban a casarse y después, con el anuncio del embarazo. "Nadie duda de lo que (Macri) siente por ella. En 10 años de Ocampo se le conocen dos expresiones de cariño. Una a su hija Agustina, que la adora. Y ahora a Juliana", refiere la fuente.
 

 
Shakira, Mauricio Macri y su esposa Juliana Awada recorren un centro infantil del Gobierno de la Ciudad en la Villa 21. (Lucia Merle) 

Otra de las características de Awada es intentar mantener las relaciones sociales, más allá de los avatares políticos de su marido. Aun cuando Macri y De Narváez se cruzaran serias acusaciones personales por los medios, bastaba con que Juliana acordara con Agustina Ayllón para que los cuatro se sentaran en una mesa a cenar. "Yo soy cero pelea", confió más de una vez.

Pese a su poder de persuasión, la función pública no le atrae. Participó de eventos de tono solidario del PRO y tiene un perfil más alto, e incluso más alegre que ex parejas de Macri, pero la política no le interesa. "Sólo como ciudadana", dijo. Otra muestra de su cortesía.

Fuente Clarin

 

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