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INTERNACIONALES
28 de septiembre de 2015
Francisco pidió un sistema correccional que piense en la reinserción social de los internos.
El único requisito de la prisión era que no tuvieran una enfermedad mental grave. El papa Francisco se mezcló con 77 reclusos en una cárcel de Filadelfia como las muchas de Estados Unidos, el país con el mayor número de presos del mundo.
“He venido como pastor, pero sobre todo como hermano a compartir su situación y hacerla también mía”, dijo el pontífice ante los 77, entre los que había musulmanes y protestantes.
Los presos, vestidos con uniforme azul, fueron entrando en fila en el gimnasio de la prisión y esperaron pacientemente a que llegara el papa. Eran 66 hombres y 11 mujeres, seleccionados para la visita. Había blancos, negros, asiáticos e hispanos.
“Fueron elegidos en base a cuestiones disciplinarias y a su deseo de venir aquí. Miramos que no tuvieran ninguna enfermedad mental seria o problemas de disciplina”, precisó la guardiana Michelle Farrel, quien explicó que entre los elegidos “al menos dos” eran musulmanes.
En la cárcel de Curran-Fromhold, la más grande de Filadelfia, hay unos 2.800 prisioneros. Algunos de ellos cumplen condena por crímenes graves, pero muchos de ellos se encuentran en prisión preventiva a la espera de juicio.
El pontífice, que pronunció palabras de aliento y de esperanza y que pidió un sistema correccional que piense en la reinserción, se sentó en un silla de nogal de 1,8 metros de altura tallada a mano por presos de un programa de formación profesional de un centro correccional cercano. Los presos también entregaron al pontífice una cesta con frutas y hortalizas del huerto de la cárcel.
“La silla que han hecho es muy linda, muy hermosa. Gracias por el trabajo”, dijo en español el papa, que les aseguró que no importa lo que hicieron en el pasado.
“Jesús nos quiere ayudar a recomponer nuestro andar, reemprender nuestro caminar, recuperar nuestra esperanza, restituirnos la fe y la confianza. Quiere que volvamos a los caminos, a la vida, sintiendo que tenemos una misión; que este tiempo de reclusión no ha sido nunca un sinónimo de expulsión”, aseguró. Abogó por la reinserción social de los presos y criticó aquellos sistemas penitenciarios “que no buscan curar las llagas, sanar las heridas, generar nuevas oportunidades”.
Después, fue saludando uno a uno a los presos, les bendijo e incluso abrazó a uno de ellos. “Me puse nerviosa y le dije: ‘Que Dios le bendiga’. Y él me dijo lo mismo”, contó la puertorriqueña Chemiris Rodríguez, ex heroinómana y en la cárcel a espera de juicio por vender drogas.
Jennifer Stewart, presa por violación de la libertad condicional, mostraba el rosario y la estampita con la fotografía del papa que el Vaticano les regaló. Aunque no es la primera vez que el papa acude a una prisión, su visita es significativa, ya que es el país con el mayor número de presos del mundo: 2,2 millones. Estados Unidos tiene sólo el 5% de la población mundial, pero aporta el 20% de todos los presos del mundo. (DPA)