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ACTUALIDAD
11 de febrero de 2018
En una charla con DiarioShow.com, la representante de modelos contó con lujo de detalles el traumático episodio que le tocó vivir a su esposo en la clínica donde falleció días atrás Débora Pérez Volpin.
Por Ricardo Filighera
@rfilighera
El tremendo impacto que generó la muerte de la periodista y legisladora Débora Pérez Volpin, episodio caratulado como “homicidio culposo”, a raíz de la desafortunada intervención gástrica que se le realizó en el Sanatorio La Trinidad, en Palermo, ha despertado otras denuncias, no oficiales, sobre casos similares (mala praxis) en el citado nosocomio privado.
En efecto, una de las voces que ha irrumpido con fuerza en este sentido fue la de la popular modelo Anamá Ferreira, quien relató, en las redes sociales, la traumática experiencia que le toco vivir a su ex esposo, Ricardo Laurino, padre de su hija Taina, también modelo. En charla con DiarioShow.com, el protagonista de esa historia relató esa experiencia.
“El episodio sucedió en 1998. Yo tenía una hernia de disco entre la cuarta y quinta lumbar. Me hice todos los chequeos necesarios y se acordó la fecha de la intervención, de la cual se iba a encargar el neurocirujano a cargo de ese sector puntual. Que se encargara de la operación la persona más importante de esa especialidad, fue lo que me motivó, aún más, a llevar adelante esta circunstancia”.
Expuso con lujo de detalles que “me encontraba, en ese momento, con fortísimos dolores en la zona lumbar que se trasladaban hasta los dedos del pie, cuestión puntual del nervio ciático”.
“La operación, recuerdo, fue temprano, a la mañana, y a la tarde, cuando volví en sí, me encontraba con los mismos dolores, con las mismas molestias, con las mismos problemas de antes de entrar a quirófano. Me revisa, nuevamente, el médico, acompañado de una enfermera, y abre los ojos de una manera impresionante y le dice, a la enfermera, que pida sala de operación para el día siguiente”, agregó Laurino.
Luego dijo: “Ante esto, la reacción Ana (por Anamá Ferreira) fue fi rme y le dijo que bajo ningún concepto iba a aceptar una nueva operación, ni dentro de las 24 o 48 horas de realizada la anterior. Había que esperar, por lo menos una semana, ya que una nueva sobrecarga de anestesia (esto lo marcan de manera elemental los manuales médicos) me podía generar una lesión neurológica irreversible. Que pasaran por alto esta situación me puso los pelos de punta por el desconcierto y la indignación que tenía”.
Inexplicable
“Se había intervenido en un sector que no era precisamente el de la lesión. De ahí el porqué yo seguía manifestando los mismos dolores. Lamentable, desde todo punto de vista”.
Tal como consignó Ricardo Laurino, Anamá irrumpió en gritos y dijo que si no hacían las cosas como correspondía (poder salir caminando del sanatorio) iba a dar conocer todo eso en los medios.
El argumento que dio, según el testimonio de Ricardo de los médicos responsables de esa intervención: “Hacemos 150 operaciones al año... esto es un trámite”.
Terrible argumento de exceso de confianza y subestimación de la vida humana. Bronca, indignación y terror. ¿Y cuántos casos de gente anónima más habitan la dimensión desconocida de ese lugar? Como si de esos quirófanos salieran, con vestimenta blanca y barbijos, Vincent Price, Peter Cushing o Christoper Lee. Da miedo pensar en ello.