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SALUD
14 de abril de 2016
Intentar perder peso puede ser frustrante. Pero el mensaje un equipo de investigadores de Dinamarca es claro: no hay que darse por vencido.
Ése es el período que requiere el organismo para adaptarse al cambio y para estabilizar en los nuevos niveles hormonas que regulan el apetito, según los científicos daneses.
"Muchos estudios en el pasado han demostrado que cuando adelgazamos el cuerpo lucha ferozmente contra esa pérdida de peso", dijo a la BBC Signe Sorensen Torekov, profesora de ciencias biomédicas de la Universidad de Copenhague y una de las autoras del estudio.
"La evolución dotó a nuestros cuerpos de mecanismos naturales para preservar el peso por todos los medios posibles", dijo Sorensen a la BBC.
"Si no comemos nos morimos, por ello la sensación de hambre es tan fuerte".
Sorensen Torekov señaló que este mecanismo "era excelente en el pasado", cuando escaseaban los alimentos. "El problema ahora es que hay tantas opciones que podemos comer todo el tiempo".
"Pero es muy difícil combatir el hambre. Es como luchar contra una adicción a las drogas", explicó la investigadora.
La resistencia del organismo a la pérdida de peso involucra fundamentalmente a dos hormonas.
Luego de una comida, aumentos en una hormona llamada GLP-1 reducen el apetito. Por otra parte, disminuyen los niveles de otra hormona clave, ghrelina.
Esta hormona es conocida popularmente como la "hormona del hambre", porque sus niveles aumentan antes de las comidas y disminuyen tras la ingesta de alimentos.
Las células comienzan además a transformar más calorías en grasa.
Es por ello que vencer la resistencia natural del organismo es difícil y muchas personas recuperan el peso perdido.
"Lo que sucede cuando perdemos mucho peso es que es hay un gran aumento en la ghrelina u hormona del hambre", explicó Sorensen a la BBC.
"Pero lo que encontramos en el estudio es que si logramos mantener la dieta durante 12 meses los niveles de la hormona del hambre disminuyen, y al mismo tiempo hay un aumento en las hormonas que inhiben el apetito".
"Es como si el organismo encontrara un nuevo nivel estable en esas hormonas, lo que ayuda a su vez a que la pérdida de peso se mantenga".
Los 20 voluntarios obesos que participaron en el estudio siguieron una dieta estricta de sopas y batidos de proteínas durante ocho semanas.
Cada uno de los participantes perdió en ese período un promedio de 12,5 kilos.
Durante los próximos 12 meses los 20 voluntarios siguieron una dieta estricta para mantener su nuevo peso.
Al final del año, cuando consumieron una bebida de 600 calorías produjeron 65% más de la hormona inhibidora del hambre GLP-1 que antes de iniciar la dieta.
En otras palabras, señala Sorensen, se saciaban antes porque su organismo tenía un nuevo nivel de referencia.
Para la investigadora danesa, el estudio es una "buena noticia" para quienes buscan adelgazar y mantener definitivamente esa pérdida de peso.
Los resultados de la investigación fueron publicados en la Revista Europea de Endocrinología.