Viernes
22 de Noviembre de 2024
POLICIALES
10 de julio de 2015
La gente "sugirió" a la familia dueña del perro abandonar el barrio. La forzosa mudanza arrancó en la víspera. En la madrgada destruyeron parte de la casa. En la siesta, sobrevino un incendio que fue controlado por los bomberos.
Entre lágrimas y gritos de impotencia, Rodrigo Maximiliano Ruiz fue sepultado ayer en el cementerio de Los Flores, el día después de ser muerto por un Pitbull, cuyo propietario permanece preso acusado de "homicidio culposo".
Además de la desolación causada a sus seres queridos, la tragedia del niño de 8 años provocó un profundo cimbronazo en la ciudad; en especial, entre sus amiguitos con los que habituaba recorrer calles y casas todo el día.
Vivía en calle 11 y 6º pasaje del Bº Almirante Brown. El miércoles faltó a clases (2º grado), en la escuela Blas Parera. Tomó su gomera y partió al baldío de enfrente. Rarezas del destino o de la vida, la tragedia, los desatinos y desatenciones humanas pareciesen haberse alineado en la siesta. El Pitbull de "Ruly" Ávila, de 53 años, con residencia a 50 metros de la casa del pequeño, destruyó la frágil cadena que lo sujetaba. El animal vio al niño jugando y fue directo hacia él. Macabra ironía, cuando los vecinos vieron enfurecido al can, pensaron que había atacado uno de los chanchos de la cuadra.
Nada más alejado de la realidad. La fuerte mandíbula del Pitbull había descabellado al nenito, quien en vano gritaba pidiendo auxilio: el baldío está separado de las casas, en una distancia cercana a los 70 metros. A esa hora, muchos descansaban.
Cuando la sangre y desesperación del nene los sobresaltó y empujó a la realidad, media docena de adolescentes apalearon y mataron al Pitbull.
Otro socorrió al niño y le dio agua. En minutos, una ambulancia lo condujo al Cepsi, pero las heridas de la cabeza resultaron mortales: el chico murió. Así de terrible y desconcertante.
Después de que se le realizara la autopsia, el cuerpo fue entregado a su familia a las 23 del miércoles.
En toda la madrugada de ayer sobrevino el ir y venir de vecinos; aún en medio de la desolación, la madre y hermanos de Rodrigo descubrieron que su hijo fue muy querido.
La gente ayudó muchísimo; le proveyó plásticos, café, té, frazadas: todo lo humanamente posible fue hecho. Fácilmente, más de cien personas acompañaron a su madre y abuela en tamaño trance.
El padre Ramón Tenti ("Monchi") también dijo presente: ayer a media mañana despidió a la víctima; sus palabras decantaron en inequívoca ternura, ya que el féretro blanco de Rodrigo era sostenido -y rodeado- por diez amiguitos, bien bajitos.
Cual reacción de niños, o angelitos inocentes, mientras los adultos eran desbordados por la tragedia irreversible, los chicos besaban, acariciaban, hasta le acomodan la ropa al amiguito tan querido.
Al compinche de esas siestas traviesas y que ya empezaban a extrañar.