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SALUD
31 de mayo de 2019
A fin de año o a principios del próximo, la Argentina contará con el primer centro de salud intercultural.
Será en la cuenca de Ruca Choroi, en Neuquén, y estará financiado con el presupuesto provincial. El edificio ya está terminado y el gobernador Omar Gutiérrez se comprometió a entregar el instrumental.
Una mesa conjunta está definiendo el formato de gestión. En Chile hay dos experiencias como la que empezará la Argentina. Fueron consultados y se tomaron algunos elementos para sumar.
En la cuenca de Ruca Choroi viven unos 1200 mapuches que se atienden en dos postas sanitarias o en el hospital de Aluminé. Todo el esquema sanitario es el tradicional occidental: en el centro de salud a inaugurar trabajarán médicos tradicionales y machis (curadores). Para el lonco (cacique) de la comunidad Nienguehinhual, Daniel Salazar, será un logro. "Llevamos siglos resistiendo. Nuestra medicina sigue pasando de generación en generación y ahora se complementará en un espacio público para todos".
El paraguas legal para el establecimiento, además de la ley para su creación y las resoluciones de asignación de presupuesto, es el convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes, que en la Argentina rige desde 2009. Además, en la reforma constitucional de 2006, Neuquén reconoció la diversidad cultural y étnica y la interculturalidad.
Fabián Gancedo, médico del Hospital Aluminé e integrante de la comisión de trabajo con los mapuches, explicó que se están definiendo los aspectos "filosóficos y prácticos; el eje es la complementariedad de las dos medicinas".
El centro estará en un territorio emblemático, conglomerado de dos comunidades. Desde 1995, cuenta Gancedo, fueron sucediéndose formas de comunicación y encuentros con los vecinos de la cuenca y con sus autoridades y desde hace unos 11 años comenzaron a soñar con un espacio de salud con pertinencia cultural en lo edilicio y en el contenido. "Todo como un diálogo horizontal, un intercambio de experiencias; no con la idea de darles o enseñarles", añadió.
Salazar relata que en 2008 le plantearon al entonces gobernador Jorge Sapag la necesidad de tener el centro de salud: "Nos preguntó cuántos éramos, qué estudiarían si daban los números. Le insistí en que si empezábamos con esas cuentas no íbamos a llegar a ningún lado, que se necesitaba de una decisión política. No pedíamos nada fuera de la ley; la Constitución provincial nos avala. No hay que tener miedo porque es una realidad que existe. Allanamos el camino y ya estamos cerca de que se abra".
Gancedo, egresado de la Universidad de Buenos Aires y con 30 años de médico, cuenta que se involucró desde el respeto por la otra cultura. "Para los mapuches la salud es estar bien, sentirse bien, que no haya dolores, que no se dañe el medio ambiente, que haya paz espiritual con sus antepasados. Es andar un camino de conocimiento de la diversidad y no encerrarnos en un solo paradigma".
Entre los temas a resolver se cuenta cómo se elegirá el personal, quién podrá trabajar en el centro. En las comunidades hay parteras, componedores de huesos, lawentuchefes (un concepto similar al de enfermera) y los encargados de hacer sus medicamentos a base principalmente de yuyos.
"Siempre pusimos el eje en la prevención, y cuando llegaron las promotoras de salud a las comunidades empezaron las charlas con los ancianos y el aprendizaje mutuo. Pese a los muchos atropellos que sufrimos, nuestra medicina sobrevivió", apunta Salazar.
Fue la propia comunidad la que decidió que Ranguiñ Kien sea un centro de salud, ya que para los mapuches la idea de hospital se relaciona con la enfermedad, el sufrimiento y la muerte. "La asamblea pensó en un espacio de protección para encontrarse", señala Gancedo. La estructura prevé espacio para hacer fogones y las camas se ubicarán sin que miren al oeste, ya que en esa dirección están los Andes, adonde, según sus creencias, van los muertos.
Salazar y Gancedo admiten que no fue fácil avanzar en el diálogo, en la interrelación entre la biomedicina y la sabiduría mapuche. En las comunidades creen que los "machis" no son formados a través de la educación académica, sino que recibieron un don.
"Para nosotros, el hombre es uno, hay que mirar todo", describe el lonco. Gancedo reconoce que se debieron superar prejuicios: "Como arrogarnos la capacidad de poder entender a todas las personas sin importar su origen o concepción; tenemos que ver que hay limitaciones".
Tampoco la administración del centro será la tradicional, sino que contemplará la doble vertiente cultural, y los mecanismos deberán ser validados por los mapuches, que también integrarán el equipo de gestión. Todo el proceso estará enmarcado por un comité de líderes filosóficos y políticos de las comunidades y personal del área de salud.