Viernes
22 de Noviembre de 2024
SOCIEDAD
2 de abril de 2019
Corría el 27 de marzo del 2014. Un día normal en la vida de Natalia Ponce de León, de 33 años.
La colombiana se encontraba en el departamento en el que habitaba con su madre en Santa Bárbara, en la capital, Bogotá.
Una llamada desde la recepción avisaba a la joven, de la presencia de un hombre que se identificó como su ex novio, Bernardo.
Natalia bajó y vio a un sujeto de espaldas, quien le pareció desconocido. Era Jonathan Vega Chávez, su agresor, quien lanzó ácido sulfúrico al rostro de la mujer. Acto seguido salió corriendo, mientras ella con el rostro empapado comenzaba a sentir un creciente dolor.
Subió como pudo a su departamento y se metió a la ducha, algo que complicó el estado de su piel. Fue entonces que acudió de emergencia a un centro médico donde la piel de su rostro, brazos y parte de su estómago, se desprendía por partes.
La videovigilancia del edificio permitió identificar al hombre. Fue arrestado días después del ataque.
Este, que desde un inicio fue catalogado como uno de los peores casos de violencia de género en suelo colombiano, tiene varios matices.
Natalia no conocía a Jonathan. Este último sí a ella, porque se había obsesionado. De dos millones de mujeres residentes en Bogotá, puso sus ojos y pensamientos enfermizos sobre Ponce.
Enfermizos, sí, ya que con varias pruebas psiquiátricas, se comprobó que el sujeto consumía heroína y era esquizofrénico, producto de su adicción.
Al rendir su declaración, el psiquiatra Luis Alberto Ramírez, dijo a las autoridades que “Vega alucinaba con su víctima, y que en la confusión de su delirio veía que Natalia Ponce se burlaba de sus genitales, de su sexualidad”, testimonio que recogía hace dos años el periódico El Heraldo.
En diciembre de 2016, el juicio en contra del sujeto seguía su curso. El circuito de Bogotá (tribunal) declaró que podía responder penalmente a sus acciones. Posteriormente fue sentenciado a 21 años de prisión. Natalia, en tanto, continuaba su recuperación bajo el suplicio que significa operación tras operación.
El cirujano a cargo de la reconstrucción del rostro y brazos de la víctima, declaró en entrevista a medios como CNN en Español, la complejidad de los procedimientos.
La dermis que fue colocada principalmente en el rostro de la joven mujer fue rechazada por su propia piel, proceso que tomó hasta 4 intentos en el quirófano.
“Hizo como una retracción. El párpado se volteó hacia arriba, (el superior) el de abajo se volteó hacia abajo. La nariz casi se pierde. Prácticamente se perdieron todos los tejidos superficiales. Estaba muy quemada. El labio superior se pegó a la punta de la nariz, porque no teníamos nada de piel”, relata el profesional Jorge Luis Gaviria.
El pasado miércoles se cumplieron 5 años de este terrible ataque, que estremeció a la sociedad colombiana. Natalia dejó de todo viso de victimización. En cambio, lanzó un mensaje en su cuenta de Instagramsobre su proceso de recuperación que acompañó con una imagen comparativa de 2014 a la fecha.
Medios locales como Noticias Caracol hicieron eco del posteo, en el que Ponce se confiesa con optimismo.
“Muchos días y noches me pregunté: ‘¿Por qué yo? ¿Por qué tanto dolor?’, pero mi familia, mis amigos y todos ustedes me han dado la fuerza para salir adelante. Hoy, mi vida es bella y llena de luz, perdón, amor y tolerancia, porque a pesar de la adversidad… la vida renace”.
Su experiencia, aunque dolorosa, indudablemente, la mostró al mundo, al punto de obtener premios como 100 mujeres de la BBC, entre otros, además de ser la portavoz de charlas y campañas en contra de ataques con ácido hacia mujeres, logrando despertar el interés de las autoridades de su país en el tema y hasta elevar las penas contra quienes usen estas formas de ataque hacia las féminas.
“Quisieron apagar la luz de mi vida, pero lo único que lograron fue encenderla, empoderarla y llenarla de esperanza”, dijo Natalia.