Viernes
22 de Noviembre de 2024
9 de agosto de 2018
"¡Que sea ley! ¡Que sea ley!". A las dos y media de esta madrugada...
Cuando faltaban tan solo unos minutos para la votación histórica que podría convertir la Interrupción Voluntaria del Embarazo en un derecho más, del lado verde quedaban los jóvenes. Helaba, había viento, el día había sido largo. Pero los miles de chicos y chicas que seguían allí, pegados al Congreso, seguían pidiendo "¡Que sea ley! ¡Que sea ley!".
Del otro lado de las vallas, del lado celeste que se oponía a la legalización, llegaba música de fiesta, muy fuerte, muy alta. “¡Apaguen esa música de mierda!”, gritaban los pibes. Del lado verde respondían con los pañuelos en alto, con sus canciones de batalla: “¡Aborto legal en el hospital!”. Pero las voces no podían con los altoparlantes alquilados.
Junto a las vallas también había fuego. Las fogatas fueron muchas, improvisadas con cajones de madera de las verdulerías, y fueron lo único que aplacó la temperatura que parecía polar junto a la Plaza del Congreso.
Un camión hidrante de la Policía estaba apostado ahí cerquita, y en un momento abrió sus chorros, que empaparon a muchos de los chicos que esperaban el resultado. “¡Son la dictadura!”, empezaron a gritar. Algunos tiraron botellas que había por el piso.
Dos y cuarenta, Gabriela Michetti, al frente de la sesión especial, anunció que se iba a votar. Del lado verde no había pantalla con imágenes del recinto, pero su voz llegaba desde el lado celeste, donde sí había trasmisión en vivo.
La expectativa era grande, aunque las cartas ya estaban todas jugadas sobre la mesa y la votación por el no era claramente un hecho. Igual, los chicos se abrazaron, se tomaron de las manos, cerraron sus círculos alrededor de sus fogatas y escucharon: “38 por el no, 31 por el sí, dos abstenciones”.
Los láser verdes que iluminaban la cúpula se apagaron. Las lágrimas comenzaron a brotar destiñendo mejillas pintadas de verde. Las purpurinas se licuaron con los sollozos y la bronca.
Mientras, del lado celeste, todo parecía una fiesta: los fuegos artificiales comenzaron a hacer sus estruendos de colores en el cielo cubierto, duraron muchos minutos, lo suficiente para tomarlos como una provocación. “¡Hijos de puta!” "¡Hijos de puta!”, gritaron muchos. “¡Anti derechos! ¡Anti derechos!”, gritaron muchos más.
Y comenzaron los cánticos: “¡Poder popular! ¡Poder popular!”, "¡Se va a caer, se va a caer, arriba el feminismo que va a vencer, que va a vencer!". Se escucharon algunos gritos, hubo corridas. La calle estaba resbalosa, llena de paraguas rotos. Los problemas fueron con un grupo menor. La mayoría comenzó la retirada por Callao hacia Corrientes como en una triste procesión. Un grupo de chicas había escrito con pintura negra una sábana enorme: “Háganse cargo de sus muertas”.
Pero muchos, también, iban con sus cabezas bien en alto, los brazos arriba. “¡Iglesia, basura, vos son la dictadura! ¡Iglesia, basura, vos sos la dictadura!”. Esa consigna quedó clara en esta jornada histórica: los pañuelos más vendidos fueron los naranjas, que piden la separación de la Iglesia y el Estado.
CLARIN