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SOCIEDAD
4 de abril de 2018
Se destaca en su obra lo que los críticos el retrato de la vida de los afroamericanos del sur de Norteamérica en los inicios del siglo XX
Tras una vida azarosa, Maya Angelou se consolidó como figura pública en los últimos veinte años, luego de que el Presidente Bill Clinton la invitara a recitar su poema “On the Pulse of Morning” el día de su asunción.
Se destaca en su obra lo que los críticos han denominado una “narración brutalmente honesta” donde circula el retrato de la vida de los afroamericanos del sur de Norteamérica en los inicios del siglo XX. Son postales áridas, duras como sus carreteras de piedra, donde transcurren persecuciones, linchamientos y venganzas protagonizadas por el diabólico Ku Kux Klan.
La mirada se pierde en los algodonales sureños donde la esperanza que parecía perdida revivía con la lectura de la Biblia que prometía justicia divina.
Todas esas imágenes y metáforas fueron traducidas por Maya al poema que desgrana una infancia ruda, salpicada de los traumas propios de una negra sureña. Surge de pronto en el relato la vida con su abuela y su hermano, la necesidad de colegiar una vida dura con fe y devoción religiosa.
Un capítulo aparte, horrendo es aquel donde detalla los abusos sexuales y la violación sufrida a los siete años, la impotencia ante la incredulidad de los demás frente a su denuncia, el enmudecer durante años.
Por fin, la resiliencia a través de la palabra cuando su abuela la impulsa a relacionarse con una mujer negra culta de Stamps -Berta Flowers- a partir de donde despliega la belleza del lenguaje, transformando esas imágenes donde reinaba el dolor y la muerte por la vida.
Como las palabras de un pastor o un erudito en cuestiones del alma, los poemas de Maya Angelou representan el perfume de flores en medio del genocidio negro. Tal vez, ese sea el mayor logro de su obra, el ponerle los colores de la vida a la tragedia negra.