Viernes 22 de Noviembre de 2024

1 de diciembre de 2016

En la cuarta edad de la vida, con todo el tiempo por delante

Este año cumplo 90. Al parecer son muchos años, sin embargo siento, como siempre, que tengo todo el tiempo por delante y me pregunto a qué se debe esa sensación.
Por Rafael Kohanoff

Seguramente responde a tener la fortuna de estar activo y de sentir la responsabilidad de reflexionar y transmitir la idea de que los adultos mayores somos vitales y tenemos roles importantes que cumplir en la sociedad. Como yo, somos muchos los que experimentamos la prolongación de la vida, una realidad que fuerza a cambiar el paradigma de la tercera edad, asociado con la vejez y el descanso, por el de una cuarta etapa sobre la que hay mucho para pensar y proponer.

Hay quienes se alarman porque aumenta la cantidad de personas que viven más tiempo. Bienvenida la prolongación de la esperanza de vida! ¿Pero qué sucede después de llegar a esa bisagra que es la jubilación? El sistema se basó en una noción que hoy quedó terminantemente descartada: que a los 65 años las personas se jubilaban y vivían poco tiempo más. Pero la vida se ha extendido entre 20 y 30 años. Es justamente esta cuarta etapa de la vida, añadida y bienvenida a la existencia de una persona, la que no ha sido contemplada en su dimensión actual, ni por la sociedad ni por las políticas públicas, ni por las mismas personas que la están transitando.

A mi modo de ver, la primera etapa de la vida, la infancia, está contenida básicamente por la familia; durante la segunda etapa, la mayoría de los niños y adolescentes están incluidos en el sistema de educación donde aprenden a leer, escribir y se capacitan; durante la tercera etapa, la sociedad crea y genera trabajo y los adultos se “ganan” la vida y la construyen a partir de su retribución. Lejos de cualquier estudio sociológico, desde el sentido común, es fácil imaginar la dificultad de supervivencia de un bebé si se lo dejara solo, o las consecuencias del analfabetismo si no existiera un sistema educativo, o el caos social si no se generaran puestos de trabajo. Sin embargo es poco frecuente escuchar ideas de alerta acerca de la falta de contención y atención hacia los adultos mayores.

Lo anti-viejo se impone en el discurso cotidiano, pero la ciencia nos dice otra cosa. Las investigaciones sobre la neurobiología vienen demostrando que el cerebro tiene capacidad de modificarse continuamente, que sigue desarrollándose y que puede crear nuevas comunicaciones entre las neuronas que van formando circuitos plásticos. Es decir, esos circuitos nunca permanecen iguales, no son fijos, sino que se desarrollan de acuerdo a cómo se los emplee mediante los recuerdos o imaginaciones. Según el reconocido doctor y profesor Osvaldo Panza Doliani, en su libro “El saber, sí ocupa lugar: bases biológicas para una nueva pedagogía”, en la evolución de la vida cerebral no existe nada fijo, todo cambia como producto de las circunstancias vividas o recordadas. No importa la edad.

Lo anti-viejo se impone en el discurso cotidiano, pero la ciencia nos dice otra cosa: el cerebro tiene capacidad de modificarse continuamente.

El gran desafío consiste en desarrollar sistemas públicos y privados para una vida activa en la cuarta edad. Que las actividades a realizar no sean un entretenimiento o la mera asistencia a los “abuelos”. Los adultos mayores en esta cuarta etapa deben poder permitirse una vida independiente, inclusiva y activa, no sujeta al hecho de que los demás tengan que ocuparse de ellos. Esto requiere que el entorno ambiental y humano aporte un sistema de inclusión, independencia y participación. ¿Podrá ser esta cuarta etapa de la experiencia humana una forma de vida en la que la satisfacción no pase por tener cosas, sino por darlas al otro, al que las necesita?

Definitivamente es errónea la idea de que los viejos deben descansar porque ya trabajaron demasiado o que deban dedicarse a recuperar antiguos deseos frustrados, o que tienen que cuidar a sus nietos ¡Todo esto apunta a que no generen problemas! Si todo el esfuerzo del Estado, de las organizaciones sociales y de las propias personas mayores se dirigiera a que los adultos mayores arriben a esta cuarta etapa con buena salud, buen sustento económico y con un sistema de vida con roles activos, se generaría un potencial humano de tremendo valor solidario, de cuatro millones de personas mayores de 65 años.

Para materializar esta nueva mirada sobre la cuarta etapa de la vida se requieren cambios profundos que muestren una dirección inequívoca hacia la inclusión social. Es necesario desarrollar desde el Estado y el conjunto de la sociedad una masa creativa de prácticas sociales. No se trata de acciones puntuales o circunstanciales, sino de construir una forma de vida inclusiva y productiva en términos personales y sociales, en un continuo sostenido a lo largo de toda la vida.

Pienso que podríamos iniciar ya este proceso con los mayores que se encuentran en condiciones de transferir saberes y experiencias. Por ello invito a todos los que “tenemos todo el tiempo por delante” a elaborar un proyecto de investigación que identifique y cuantifique tanto las capacidades y disposiciones actuales de los jubilados, como las necesidades de la sociedad que puedan ser atendidas por ellos. Esta investigación incluye las formas pedagógicas y estructurales para lograr la iniciación efectiva y la continuidad del proyecto. Pienso que este cambio resultará ampliamente beneficioso y facilitará la construcción de una Argentina solidaria, responsable, plural y democrática. Este es un pensamiento de adulto mayor.

Por Rafael Kohanoff

Director del Centro INTI- Tecnologías para la Salud y la Discapacidad

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