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12 de mayo de 2024
Alberto es psicoanalista, lanzó una convocatoria que se hizo viral en TikTok. Su expectativa, que unas ocho personas que quisieran compartir sus experiencias. En diálogo con Infobae, cuenta su historia, cómo seguirá el proyecto y sus claves para la longevidad
El video donde Alberto se presentó al mundo y propuso crear un grupo de mayores de 90 (Crédito: TikTok @alberto.ch1927)
—Hola, mi nombre es Alberto, soy un médico de 97 años, y estoy intentando formar un grupo de ocho personas de más de 90 años, para intercambiar la experiencia de por qué y cómo hemos llegada a una edad tan avanzada.
Así empezó todo, con un video de 41 segundos que subió a su flamante cuenta de TikTok, @alberto.ch1927, donde extendió su invitación a todos los interesados en sumarse a la iniciativa. En menos de una semana superó las 800.000 reproducciones, y le llegaron cientos de solicitudes. Las repercusiones superaron todas sus expectativas, alcanzó “números inimaginables”, como él mismo describe, y está buscando la manera de gestionar semejante caudal de adultos mayores que quieren socializar. También le escribieron muchos jóvenes, con la intención de participar de encuentros intergeneracionales. En una amable y cálida charla, Alberto Chab le cuenta a Infobae su propia historia: la importancia de la filosofía de vida que le transmitió su madre desde el día en que llegaron desde Cuba, cuando tenía cinco años, y el surgimiento de su vocación psicoanalítica, la misma que ejerce hasta la actualidad.
“Me están entrando 20 correos electrónicos por día, es como un tsunami de mensajes; enseguida superé los 600 pedidos, sin contar los que todavía no pude revisar”, revela, y anhela que alguna institución con más infraestructura pueda ayudarlo a administrar la demanda masiva. Estaba en una cena familiar cuando comentó la idea de crear un grupo de longevos, y su nieta Zoe, de 18, le ofreció grabar un breve clip y compartirlo en las redes sociales. “Me dijo: ‘Así vas a conseguir las ocho personas que necesitás’, pero nunca nos imaginamos que iban a llegar de a tantos; hoy ella me está enseñando a usar este medio fantástico, que permite comunicarse con tantas personas en simultáneo, porque yo soy de la época al teléfono negro a disco, que hacía ‘clac clac’, y recién después de un rato permitía que uno pudiera hablar con una sola persona”, dice con una sonrisa.
La variedad y cantidad es tanta, que le resulta muy difícil hacer una selección, y no quiere que nadie se quede afuera. “Son situaciones conmovedoras, muchos que me dijeron: ‘Mi mamá está muy sola y necesita integrar un grupo, porque si no se deprime’”, expresa. En la sábana de comentarios hay cientos de anécdotas similares, algunos escritos por hijos, nietos, o vecinos, que conocen adultos mayores que les encantaría formar parte. También son muchos los que lo felicitan por su entusiasmo e inventiva. “¡Qué lindo Alberto! ¡Sos un pibe de 97! ¡Qué bueno lo que hacés! Llegaste a una edad avanzada porque honrás la vida”; “Los testimonios, relatos e información que salgan de ese grupo serán oro puro, por favor suban a TikTok algunas de sus conclusiones”; “Tengo 32 pero con alma de 96, ¿puedo ir?”; “Tengo la mitad de la edad, pero cebo mate y no molesto, ¿puedo ir a escucharlos?”, son algunos de los mensajes que le dejaron los usuarios.
Alberto es el cuarto hijo del matrimonio que conformaron su madre y su padre, y llegó a la Argentina cuento tenía cinco años, en 1932. “Vinimos a radicarnos acá porque en esa época preantibiótica mis dos hermanos del medio murieron de disentería, por aguas contaminadas, y aunque no estábamos tan mal económicamente en Cuba, mi mamá y mi papá decidieron irse del país porque se tornaba imposible la salud”, rememora. Sus padres eran oriundos de Siria, más precisamente de la ciudad de Damasco, y sabían muy bien el significado de volver a empezar, una y otra vez. En pleno contexto mundial de la gran crisis del ‘30, arribaron a Buenos Aires en búsqueda de un futuro mejor. “Mi padre no conseguía trabajo, todo estaba muy difícil, les costó bastante establecerse; entonces, mi hermano mayor, que tenía siete años, y yo, salimos a trabajar para que la familia pudiera comer”, relata.
Así empezó una rutina que se mantuvo en el tiempo, hasta que el panorama empezó a mejorar. “Íbamos a una feria a vender chucherías: horquillas, carreteles, agujas, peinecitos, ese tipo de cosas, y por la tarde íbamos al colegio, al Guillermo Rawson, que está sobre la calle Humberto Primo, frente a la iglesia -la Parroquia de San Pedro González Telmo-”, cuenta. Y con convicción agrega: “Debe haber muy poca gente en el mundo que pueda decir esto, pero yo hace 92 años que trabajo”. De a poco, su familia pudo asentarse, y pudieron alcanzar el progreso que soñaban.
“Cuando yo tenía 17 todavía no había terminado sexto grado, porque había tenido que trabajar, pero ahí fue cuando decidí que quería ser médico y fue una revolución tremenda para mis papás, porque hacía falta que siguiera trabajando para que saliéramos adelante”, confiesa. En un año y nueve meses hizo todo el secundario, y se propuso conseguir un empleo que le permitiera empezar la carrera de medicina en la Universidad de Buenos Aires y seguir aportando al hogar. “No era tan común trabajar y estudiar al mismo tiempo, pero lo hice; trabajé de visitador médico y como personal embarcado, era el doctor de abordo en los barcos cargueros, hasta que me recibí”, detalla.
Una de sus fotos preferidas, en el café A Brasileira de Lisboa, Portugal, junto a la estatua metálica del gran escritor Joao Pessoa
Después se formó como psicoanalista, y desde 1977 pasó a ser miembro titular del Instituto de Psicoanálisis de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), donde se desenvolvió como profesor y supervisor de casos clínicos. También fue secretario y posteriormente presidente de la Mutualidad Psicoanalítica Argentina, miembro de comisiones de distintas directivas, y participó en la organización de congresos nacionales e internacionales de psicoanálisis, cursos, conferencias y seminarios sobre teoría psicoanalítica, procesos grupales, familiares, y enfermedades psicosomáticas. “Al día de hoy sigo trabajando, con unos pocos pacientes y unas diez horas semanales aproximadamente, pero trabajé de chico y trabajo de geronte”, sostiene.
Muchas veces le preguntan cuál es su fórmula para transmitir la vitalidad que lo caracteriza, y aquellos que lo conocen y no saben su edad, jamás atinarían. Para Alberto es fundamental aplicar una determinada filosofía de vida, y siente que es una de las claves para sentirse bien a los 97. “Cuando nosotros salimos de Cuba, después de la muerte de mis dos hermanos, mis padres, pero especialmente mi mamá tenía una manera de pensar muy particular: ante cualquier dificultad que tuviésemos, ya sea que se cayera un plato y se rompa, como que estemos pasando por alguna pequeña enfermedad, ella decía: ‘Mejor que pasó esto, porque va a impedir que pase algo peor, así que me alegro que el plato se haya roto’”, ejemplifica.
“Aún en las más tremendas privaciones, mi mamá repartía la comida que había entre nosotros, que éramos bastantes, porque estaban mis padres, mis dos hermanos, y mi abuela paterna, ponía la comida en la mesa y comíamos lo que había”, indica. Esa fue la base para aprender a transformar las dificultades, a refugiarse en la unión familiar, y comprender que la perspectiva puede hacer la diferencia frente a la adversidad. “No me arrepiento ni por un momento de todo eso que vivimos, y lo cuento para que la gente joven sepa que aún saliendo de la más tremenda de las historias, uno puede reaccionar, y puede salir adelante”, indica.
“Mi filosofía de vida es esa, que nada puede ser tan grave, siempre pienso: ‘Esto es superable’, y así me manejo en mi día a día”, resalta. Se define como alguien “muy comunicativo” y cuenta que tiene una excelente relación con su familia. Otra de las aristas de su vida que considera muy importantes es el amor. Y promete hablar sin tabúes y con total honestidad sobre su presente amoroso. “Enviudé hace cinco años, y actualmente estoy en pareja con Mary, que también enviudó, pero un poco antes, hace 7 años”, revela. “Estoy en una muy pero muy feliz pareja; tanto, que yo le digo a mis hijos: ‘Ojalá ustedes puedan vivir a mi edad esto tan maravilloso que yo estoy viviendo ahora’”, asegura.
Muy lejos de los prejuicios y el edadismo, Alberto se asume sin tapujos como un hombre enamorado, dispuesto a construir y cuidar un vínculo que le hace bien. En medio de la conversación invita unos minutos a su compañera a la charla, y Mary confirma que están muy contentos de estar juntos. “Es verdad que estamos muy enamorados, y mucha gente se sorprende de nuestra historia, les llama la atención que a esta edad nos elegimos, pero es así, estamos muy agradecidos de la oportunidad que tenemos, que nos sorprendió a los dos y nos hace muy felices”, expresa. Ella tiene 90 años, y es su coequiper en las caminatas diarias, de entre 4 y 5 kilómetros, que solo suspenden cuando llueve mucho, sino son intocables. “Es muy importante hacer gimnasia, acorde a cada persona, y nosotros hacemos todos los días; también leo mucho y escribo”, retoma Alberto, que ya tiene tres libros publicados.
Alberto y Mary, en una de sus citas de pareja (Fotos: Gentileza Alberto Chab)
El próximo 26 de julio es su cumpleaños, pero no es la fecha verdadera de su nacimiento. “En realidad yo nací en febrero, como Mirtha Legrand, soy de febrero de 1927, igual que ella, pero me anotaron unos meses después, así que ya tengo 97, por más que en mi documento todavía no los cumplí”, dice con humor. Sigue muy sorprendido por la cantidad de mensajes que le llegaron, y vuelve a extender un pedido de colaboración. “Creí que iba a dar un paseo en bicicleta y resulta que estoy montado en un tren bala, y no puedo hacer un grupo de 500 personas, porque yo solo no puedo con todo, no tengo la infraestructura. Así que necesitaría que alguna institución ya formada, que yo les pueda compartir todos estos datos que recopilé, y que tengan al menos una o dos secretarias para comunicarse con la gente, y así poder organizarnos; por ejemplo, me gustaría reunirnos de a 50 o de a 100 en algún salón, hacer un intercambio de experiencias sobre nuestro camino a la longevidad, y que después el público pueda hacernos preguntas, que puedan intervenir”, esboza, sobre uno de los posibles formatos. “Puede haber un escenario o no, todo eso se puede pensar y diagramar”, aclara.
En la descripción del posteo que se viralizó puso como dato de contacto su mail [email protected], y de antemano pide disculpas porque está desbordado por la cantidad de correos que ingresan diariamente. Entre las posibilidades también baraja la opción de ofrecer charlas virtuales a algunos de los integrantes, para que puedan participar las personas que viven en otras provincias de nuestro país, y así vencer barreras geográficas. Las conversaciones girarían en torno a la familia, la sociedad, el descanso, la alimentación, la actividad física, la terapia, entre otros posibles temas. “Me dijo mi nieta que tengo como 15.000 likes, más de 750.000 vistas, números que son inimaginables para mí, de una inmensa cantidad de gente que quiere integrar el grupo +90″, admite, esperanzado de encontrar la manera de que pronto tome forma el proyecto, y promete mantener al tanto a sus más de 13.000 seguidores de TikTok. “En estos días mi nieta Zoe me explicó muchas cosas sobre las redes sociales, y sigo sorprendiéndome; esa es la prueba de que uno nunca termina de aprender cosas”, concluye.