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ESTILOS & TENDENCIAS
22 de octubre de 2015
El sexo en solitario hace tiempo que dejó su connotación más negra, triste y fracasada para pasar a convertirse en una actividad lúdica y, estrictamente necesaria para conocerse a uno mismo.
Reconozcámoslo, a veces no hay nada como hacer las cosas uno mismo para conseguir determinados resultados, y la sexualidad no escapa a esta regla.
Elvis Presley, el sex symbol de toda una época, que hubiera tenido a media humanidad dispuesta a complacer sus demandas eróticas, reconocía que, en el fondo, lo que más le gustaba, sexualmente hablando, era masturbarse. Uno se conoce a sí mismo mejor que nadie y sabe que atajos tomar para llegar antes a su destino.
Uno no siempre tiene ganas de seducir a alguien, de hablarle de sus gustos, de familiarizarse con cuerpos extraños, o de tratar de buscar la extrañeza en los que hace ya tiempo que nos resultan excesivamente familiares.
El sexo en solitario hace tiempo que dejó su connotación más negra, triste y fracasada para pasar a convertirse en una actividad lúdica y, estrictamente necesaria para conocerse a uno mismo.
Las citas con los propios genitales jamás nos defraudan: son puntuales, nunca llegan tarde, y, aunque también tienen sus días bajos, son como esas viejas amigas a las que se les perdona todo porque su presencia siempre nos deja buen sabor de boca.
La naturaleza es sabía y, fíjense si no será importante el sexo, que nos proveyó de un kit de supervivencia para poder tener vida sexual hasta en las condiciones más extremas y cruzar los desiertos o las tundras de la soledad sin renunciar a la dimensión erótica.
Claro que hay algunos que llevan esta filosofía hasta sus últimas consecuencias y deciden tener sexo solo consigo mismos. Son los solosexuales que cuentan ya con su signo –el masculino con la flecha dentro del círculo– y numerosas páginas web, además de foros y hasta música para llegar al éxtasis sin compañía.
Dentro de este colectivo caben todas las orientaciones sexuales: homosexuales, heteros o bisexuales, siempre y cuando se observe la máxima de que dos son, aquí, multitud. Echando una ojeada a la red, uno puede pensar que la solosexualidad es terreno exclusivo de los hombres, puesto que ellos son los que más portales tienen en Internet y, además, son los que celebran sus particulares reuniones en las que un montón de hombres se masturban mientras se miran unos a otros. Pero también hay mujeres, solo que son más silenciosas y no están organizadas.
Llevar la independencia hasta sus últimas consecuencias y renunciar a la dimensión social del sexo, puede tener muchas lecturas.
Según la sexóloga y psicóloga Ana Sierra, con consulta en la Fundación Sauce, en Madrid, “en la sexualidad nada es anormal, el problema es cuando algo se hace exclusivo y anula a todo lo demás, cuando se buscan siempre los mismos estímulos.
En el caso de los solosexuales, en los que se han suprimido las relaciones con otros, puede que exista en el fondo una causa que evite el contacto, puede ser una mala experiencia o frustración de una relación anterior, el miedo al compromiso, al fracaso o a no estar a la altura e, incluso, el temor al contagio, a contraer enfermedades venéreas.
Es, en cierta manera, una vuelta a la etapa más infantil del sexo y cuando leo que muchos solosexuales se masturban en grupo, me recuerda a las practicas adolescentes, en las que los chicos hacen quedadas masturbatorias, que tienen también su lado didáctico, de aprendizaje”.