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PERSONAJES
28 de noviembre de 2018
Si te decimos el nombre de Roberto Gómez Bolaños quizá no te suene de nada. Incluso si te hablamos de Chespirito, su nombre artístico, tampoco caigas. Pero si te mencionamos uno de sus personajes míticos, que no es otro que El Chavo del Ocho, la cosa cambia.
El 28 de noviembre de 2014 falleció a los 85 años uno de los actores de comedia más importantes de la historia de México. La muerte de Chespirito también fue de suma importancia en España, ya que la serie El Chavo del Ocho fue una serie de gran éxito en nuestro país que hizo reír a generaciones de niños.
Coincidiendo con el tercer aniversario de su muerte en las redes sociales en general y en Twitter en particular han recordado al gran Chespirito, un personaje que nos provocó tantas carcajadas que ha llegado a dejar una huella difícilmente extinguible.
Aunque la vida de Chespirito (Roberto Gómez Bolaños) se apagó el 28 de noviembre de 2014, tres años después, su recuerdo y legado se mantienen intactos en la mente de todos los que hemos disfrutado de todos sus personajes de comedia para televisión.
Puedo decir, sin vacilación alguna, que ningún comediante de América Latina ha podido superar a Chespirito, no solo en talento, sino en creatividad, porque ha sido el único actor adulto que de interpretar a un niño de ocho años pasa a hacer el papel de un médico anciano caprichoso, haciéndolos creíbles, sin acudir a las exageraciones y sin tener que sobreactuar, manteniendo a todos sus personajes en la pantalla chica por más de tres décadas, sin que estos pierdan vigencia en el tiempo.
En los países donde se han transmitido sus comedias en la televisión hemos podido disfrutar con las travesuras de un niño huérfano que un día llega a una vecindad en Ciudad de México, con hambre y descalzo, interrumpiendo la toma de unas fotografías que uno de los inquilinos de aquel sitio (don Ramón) realiza a su hija (la Chilindrina), quienes le brindan hospitalidad en la medida de sus posibilidades. Es entonces cuando él le regala unas botas viejas que utiliza a partir de ese momento y ella le regala una torta de jamón, platillo que termina por convertirse en su comida favorita.
También nos hemos podido entretener con las ocurrencias de un médico de edad avanzada que carga una bolsa de papel, sin que hasta el momento se haya podido descubrir cuál es su contenido (el doctor Chapatín). Lo mismo que de las torpezas de un inocente ladrón que en compañía de su amigo se vuelven expertos en meterse en problemas, hasta que un día deciden regenerarse, ganándose el pan de todos los días con esfuerzo y dedicación como lo hacemos la mayoría de las personas en el mundo entero, y buscan trabajo en un hotel, el primero como botones (el Chómpiras) y el otro de ascensorista (el Botija).
Extrañamente todos estos personajes interpretados por Roberto Gómez Bolaños no tienen pasado y lo más curioso es que en el rodaje es un hecho sin importancia. Nadie sabe cuál es el origen del Chavo; ¿dónde vive el Chómpiras?; ¿cuál es la familia del doctor Chapatín?; ¿por qué Chaparrón Bonaparte convive en una casa de la ciudad con un amigo que, al igual que él, se encuentra en estado de demencia?, y ni qué hablar del Chapulín Colorado, de quien se desconoce su origen. Sin embargo, en el rodaje de la obra, esto es algo que carece de interés alguno.
No sé si el haber dejado a estos personajes sin pasado hace parte de la obra o si corresponde a un llamado a la sociedad que se muestra indiferente ante el otro; que poco le importa conocer a su vecino, de sus necesidades y sufrimientos, y solo se interesa por él en la medida en que este le puede ser útil. De hecho, quienes conviven en la vecindad con el Chavo le buscan únicamente para que este les haga algún mandado o realice determinado oficio dentro del conjunto de viviendas y poco les importa si este menor de edad come; ¿dónde duerme?, ¿con quién vive?, ¿cuál es su verdadero nombre?, etc…
Con el Chómpiras sucede algo similar, porque este debe realizar las acciones que el Botija no desea hacer, además de que está obligado a soportar los golpes que este le propina cada vez que comete un error, pero jamás, ni a él (el Botija) ni a su esposa (la Chimultrufia), se les ve visitándolo en la casa o preguntándole por la vida personal.
Lo mismo ocurre con el Chapulín, un héroe que, a diferencia de Batman, Superman o la Mujer Maravilla, no se sabe de dónde viene, si este tiene una identidad oculta, por qué aparece de manera instantánea cuando alguien pronuncia la frase: “¿Y ahora quién podrá ayudarme?” y sobre todo qué pasa si varias personas en lugares y situaciones distintas, coincidiendo en el tiempo, llegasen a recitarla solicitando su presencia.
Por esto y por otras razones, a Roberto Gómez Bolaños, Chespirito, se le puede considerar como un verdadero genio en cuanto a creación de personajes para comedia de televisión se refiere, porque es el único ser humano que ha logrado inventar personajes sin pasado, haciendo que el misterio que los rodea pase desapercibido y la atención del público espectador se concentre en la situación que se vive en el momento. Pero, sobre todo, porque ningún libretista o director ha podido superar no solo el éxito y la excelente calidad de su producto, sino además mantenerlo vigente durante décadas.
Si tenemos en cuenta la frase de la canción del maestro Darío Gómez que a la letra dice: “Nadie es eterno en el mundo” y la aplicamos a Chespirito, podemos concluir que en este caso esta se rompe, porque a través de su trabajo este mexicano que era de mediana estatura se mantendrá unas cuantas décadas más