Miércoles 24 de Abril de 2024

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23 de abril de 2016

Por qué cuando se tiene hambre hasta lo insípido parece un manjar

Un trabajo del instituto alemán Max Planck reveló cómo cambian las percepciones sensoriales sobre los alimentos.

Escena: tarde en la noche o madrugada. Una persona se dirige hacia la heladera con hambre y cuando la abre todo le parece maravilloso, tan tentador que hasta lo que otrora era insípido es un placer para los sentidos.

Todos pasaron por una situación similar, los sentidos parecen expandirse y tanto el aroma como la apariencia de la comida adquieren un significado totalmente nuevo. Según un estudio del Instituto de Neurobiología Max Planck, de Alemania, la razón radica en lo que sucede en el cerebro cuando se tiene hambre.

El trabajo reveló que la dificultad a resistirse a cualquier boca cuando se tiene hambre es que el proceso químico del hambre aumenta las percepciones sensoriales sobre los alimentos.

Para llegar a esta conclusión, los científicos estudiaron las respuestas del pez cebra o danio cebra a diferentes tamaños de estímulos visuales, que se movían frente a él.

La selección de este animal se debió a que tiene una estructura de cerebro similar a los humanos y, al ser transparentes, los científicos pueden utilizar métodos de teñido para observar con claridad los cambios en la actividad de las células nerviosas.

Normalmente, los peces perseguían los puntos pequeños y huían cuando aparecían los grandes, mientras que algunos se acercaban y otros evitaban los de tamaño medio.

Por otro lado, los investigadores descubrieron que el pez cambiaba su comportamiento cuando tenían hambre: los animales hambrientos tendían a perseguir a los puntos con mayor frecuencia de lo que lo hacían aquellos que estaban saciados.

"El comportamiento muestra cómo los animales cuando están hambrientos toman más riesgos. Después de todo, los puntos grandes podrían haber sido peces más grandes que hasta podrían comerlos a ellos", explicó el doctor Herwig Baier, neurocientífico del Instituto y autor principal del estudio.

"Lo realmente interesante fue que los centros visuales del cerebro también respondieron de manera diferente ante la presa".

En los peces hambrientos, explicó Baier, un mayor número de células nerviosas se activaron en respuesta a los puntos pequeños y medianos, lo que sugiere que el apetito "cambia la forma en cómo el mundo exterior se capta en el cerebro".

Además, los especialistas sostuvieron que "mediante el aumento de la actividad nerviosa", que implica la percepción sensorial en el téctum -la región del cerebro que produce la conexión entre los estímulos visuales con el comportamiento posterior-, "el hambre cambia la forma en que los peces perciben el mundo exterior, lo que produce que los objetos parezcan comestibles".

El apetito cambia la manera en que clasificamos los alimentos se ve afectada de manera significativa cuando se tiene hambre.

"Esto explica por qué la comida puede ser tan difícil de ignorar cuando no se ha consumido en mucho tiempo. Todos sabemos que los olores y la apariencia de los alimentos se destacan mucho más cuando tenemos hambre", sostuvo Baier.

"Inconscientemente, nuestro sentido de la visión puede estar más atento a los estímulos y, darse cuenta, por ejemplo, de la publicidad de restaurantes de comida rápida mucho más rápido", finalizó.

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